GIRO INESPERADO
La ilusión del viaje a Marte me hizo vivir en una permanente e inalterable nube de alegría. No me importó que todavía faltasen siete meses. <
Una vez en Marte –ahorro relatar el viaje, que ya ha sido contado muchas veces–, mis deseos de visitarlo todo, de probar los platos típicos, de traerme mil y un recuerdos para regalar a mis amigas y amigos chocaron de bruces con la negativa en las tiendas, en los restaurantes y en todos los sitios a aceptar dólares. <<¿Cómo ha traído usted dólares si aquí ya no los aceptamos?... Incluso podría ir a la cárcel por ello. Ahora los dólares están prohibidos. Escóndalos, escóndalos, el nuevo gobierno se está poniendo muy serio con el tema>>
Mi una vez más desconfiado esposo –que no quería que hiciese el viaje, que se pasó meses repitiendo <
Y el viaje ha dado un giro inesperado. He tenido que acudir al oficio más antiguo en la Tierra, poco conocido en Marte todavía, para obtener un buen puñado de martitos y disfrutar a lo grande de mis vacaciones marcianas. Están siendo de locura.
Para el regreso, pensé al principio una mentira, pero lo he descartado. Cuando regrese, le contaré la verdad. <<¿Cómo pudo ser tan ruin?>>. Y en ocasiones, bien porque me sienta bien, o porque me sienta muy bien, me gusta pensar: <