¿Quién no ha tenido alguna vez un amigo ficticio? Sin embargo, mi amiga Teresa es real; somos amigas desde hace más de veinte años, de esas amigas que se cuentan todo, hasta lo más íntimo, hasta lo inconfesable; lo que nos hace quizá un poco vulnerables, pero que está compensado con la profundidad de nuestra amistad.
En cambio mis charlas trasnochadas con ella sí fueron ficticias; por lo tanto, largos monólogos en madrugadas. Iré paso a paso, desde el principio.
Todo comenzó cuando, buscando silencio, huí de Madrid y vine a vivir a una de las islas del archipiélago Canario.
Hace dos meses se ocupó el piso de arriba. Tuve paciencia para soportar que casi todas las noches el nuevo inquilino llegara trastabillando, llevándose por delante muebles hasta caer en la cama, para luego levantarse a vomitar; y oír sus lamentables resacas por las mañanas. Al poco tiempo se le unió una mujer y al principio todo pareció normal, si bien ambos tenían la costumbre de descalzarse lanzando sus zapatos a lo lejos.
Pero pronto comenzaron a discutir, aunque sus disputas terminaban en ruidos de somier y gemidos. Con el paso de los días fueron elevando el tono de la voz y las discusiones ya no acabaron en la cama.
Aunque no me interesan las rencillas domésticas, una noche agucé el oído por si hubiera maltrato machista: sólo se oía gritar a la mujer, con insultos cada vez más soeces. Entonces me calmé en ese aspecto. Pero ya no pude dormir tranquila, segura de que si me dormía antes de que ellos llegasen, al despertarme tendría asegurado estar en vela el resto de la noche.
Entonces decidí llamar a Teresa, pero era muy tarde. Marqué mi número de teléfono, esperé a que diera el tono de comunicando y empecé a hablar.
-Parece que él es alcohólico y ella le reprocha que se gaste el sueldo, lo insulta, le pregunta dónde está el dinero, vuelve a insultarlo…Creo que me han oído; Sí, están escuchando, han parado de discutir y oigo comentarios en voz baja…..
No me importa que me oigan, a ver si tienen un poco de consideración y puedo dormir cuatro o cinco horas seguidas.
De todas maneras, se ha establecido una relación de dependencia mutua, y, aunque ellos mantienen sus rencillas cada noche, por momentos callan, esperando mis diálogos con Teresa. Yo no los defraudo; y cada vez me involucro más en sus reyertas. Se ha convertido en un juego a tres bandas. Cada uno cumple su rol. El de ellos es actuar; el mío, involucrarme y opinar.
No entiendo por qué siguen juntos; pienso que uno de los dos asesinará al otro, o se matarán ambos… Oigo golpes, forcejeos… No sé qué hacer.
Grito: ¡que se maten! ¡Que se maten de una vez!
Se oye un disparo y el ruido de un cuerpo al caer; luego, una segunda detonación. Después el silencio, un aterrador silencio