HILO NEGRO
Domingo Torrente Miras | SNINO10

—No puede ser. Siempre vamos un paso por detrás. Algo no me huele bien ¬—se lamentó la inspectora.
—Cuatro asesinatos y en tres de ellos hemos llegado tarde por unos minutos. Yo tampoco lo entiendo —balbuceó el oficial con resignación.
—Vamos a analizar nuevamente todos los casos y la forma en la que pudo escapar. Si es necesario nos quedaremos toda la noche. Prepara café, Marco.
—Por supuesto, inspectora.
Las tazas se rellenaron en varias ocasiones mientras la pareja de policías estudiaba todas las pruebas recogidas en los diferentes crímenes. En apenas un mes se habían encontrado los cuerpos de cuatro hombres con peculiaridades muy semejantes. Una bala en la cabeza, dedo índice de la mano amputado y boca cosida con hilo negro. La inspectora Carla y su mano derecha, Marco, jamás olvidarían aquellas imágenes tan grotescas. Pero el hecho de que todas las víctimas resultaran ser agentes de policía puso en jaque a todo el departamento.
—Perdóneme, inspectora, pero sigo sin entender por qué ha fraccionado el grupo. ¿No sería más fácil si siguiéramos los ocho investigando? —se atrevió a cuestionarle el oficial después de cuatro horas sin encontrar nada nuevo.
—Marco, entiendo tu preocupación, pero solo confío en ti —se sinceró la mujer sin dejar de observar el mapa de la ciudad con todos los asesinatos marcados en rojo.
—¿Realmente cree que algún agente puede ser el asesino?
—Un homicida que huye de la escena del crimen por minutos, cuatro policías muertos sin dedo índice y la boca cosida, es decir, sin el dedo con el que disparan sus armas y tapándoles la boca para que jamás hablen.
—O por lo que pudieran haber hablado —añadió Marco.
—¡Cierto! —exclamó la mujer—. ¡No hemos investigado a las víctimas de forma exhaustiva! ¿Cómo he podido ser tan estúpida?
—Bueno, no se mortifique tanto porque se han seguido los protocolos de principio a fin.
—Sí, pero en casos excepcionales necesitamos medidas excepcionales. Tenemos que buscar en los informes personales algún nexo en común. ¿Tuvieron algún expediente disciplinario durante sus años de servicio o algo turbio antes de convertirse en agentes? Personas de su entorno, familiares, amigos, compañeros. ¡Todo! —ordenó con un atisbo de esperanza.
—Tiene razón. Son agentes de diferentes comisarías. Debemos encontrar a todas las personas que se relacionaran con los cuatro.
—Exacto. ¡A trabajar!
—Pero ¿aún seguís aquí?
—¡Comisario! —se sorprendió la inspectora—. Pensaba que estábamos solos.
—Sí, bueno… tenía mucho papeleo con todo lo ocurrido. ¿Cómo llevan el caso? ¿Alguna novedad? —preguntó el hombre con voz ronca de tanto fumar.
—Nada. Seguimos investigando, señor.
—Está bien, Carla. Pero deberíais descansar un poco. Me voy a casa. Cualquier cosa, avisadme.
—Por supuesto, señor —le aseguró la mujer.
El hombre salió del despacho con su paso quebrado característico. Apenas le quedaban unos meses para jubilarse, pero seguía al pie del cañón pese a su cojera permanente.
Justo antes de salir, Marco lo alcanzó.
—Señor, se le ha caído esto —le dijo mientras le ofrecía una bobina negra.