‘- Cuatro bajo cero – carraspeando, dijo el inspector a su compañero -.
– A estas horas todo aquel que ande por la calle solo puede ser considerado como “presunto”. Hay que estar loco para salir a estas horas por ahí – secundó sonriendo el otro policía -.
La nieve comenzaba a caer de nuevo con fuerza. Para no delatar su presencia el motor del coche estaba apagado consiguiendo que la sensación térmica en el interior pasara de ser gélida a heladora. El calor desprendido por sus cuerpos creaba un vaho que, como densa neblina en el interior, imposibilitaba la visibilidad a través del cristal delantero.
– Menuda mierda – fue la única palabra que atinó a decir el agente mientras bajaba un poco su ventanilla -.
– No quites mucho la nieve, puede delatarnos -ordenó el inspector -.
– Menuda mierda – reiteró sintiéndose atrapado -.
El chivatazo había sido inmejorable, aunque la información no era del todo precisa. Solo atestiguaba “entre el portal 10 y el 14 está el gran capo de uno de los conglomerados mafiosos más buscados del país”. Admitiendo su autenticidad, solo quedaba vigilar y esperar a que el hombre saliera de su escondite.
– Llevamos tres días aquí. Comiendo mal, durmiendo peor y soportando esta puta tempestad – verbalizó, desesperado -.
La nieve comenzaba a sellar todos los espacios y una imperceptible brisa, producida al caer los copos, generaba limpio y puro silencio.
– ¡Mira! – casi emocionado al producirse un movimiento, a punto estuvo de gritar el agente de menor rango -.
Un hombre con un gorro, calado hasta el fondo, y anorak negro hasta casi los pies, salía del portal nº10. Precipitándose, sin pensarlo y deseando poner fin a la misión, el policía, a punto estuvo de salir del coche.
– ¡Espera! – señalando y frenando su impulsividad con la mano, advirtió como, otro hombre con las mismas características salía del portal nº14.
– No es posible, parecen un puto clon.
– Es invierno y todos vestimos parecido. Pero ¿saliendo a la vez?
– ¿Contravigilancia? – preguntó concentrado -.
Desde su escondite ambos policías contemplaban atónitos la escena. Las pisadas de ambos interrumpieron el silencio sustituyéndolas por un extraño eco. Los hombres se cruzaron tomando cada uno dirección opuesta.
– No podemos decantarnos por uno, así tan simple, si fallamos además de delatarnos quedaremos en desventaja y desprotegidos. No, no podemos dividirnos.
Constatar la realidad les generó un profundo poso de amargor. Por fin salieron del coche y respirar aire puro, al menos, les produjo consuelo. La intensidad del frío azuzó la búsqueda de respuestas.
– No te muevas – el inspector frenó, de nuevo, el ímpetu de su acólito -. No elimines el rastro que dejan las huellas. Observa atento ¿Qué ves?
Al no recibir respuesta, retomó el diálogo:
– Compara las pisadas– señalándolas ambas -. Esa es profunda e incluso parece arrastrar los pies, parece no tener prisa. En cambio, esta otra es larga y se nota que percute con fuerza su talón…
– Acelerando el ritmo.
– ¡Perfecto! Ya sabemos qué dirección tomar.