HUIDA SINIESTRA
FRANCISCO POVEDA BLANCO | FRANK WHITE

HUIDA SINIESTRA
Gertrudis tira de la mano del niño que protesta y reclama a su padre, ante la agonía de la enferma que atiende un médico del hospital intrigado por su empeoramiento. A toda carrera, en la invernal noche, parten hacia la estación. Tras de sí oyen ruido de pasos, pero la densa niebla les impide distinguir nada. Al llegar al tren toman asiento en el vagón vacío, donde inmediatamente llega un tipo desgarbado que los saluda mostrando su desdentada boca y acomodándose frente a ellos. Con el traqueteo el niño se duerme, y mientras el desconocido lee un periódico, ella, cierra los ojos para relajarse.
Como ignora el lugar dónde espera el autobús lanzadera que los llevará a la desconocida ciudad, lo consulta al hombre
– Salgan de la estación y por el camino de tierra junto a una acequia, entre cipreses, llegarán al descampado donde está el vehículo. Caminen rápido pues el conductor no espera.
Así lo hacen; corren a través de la oscuridad, siguiendo el curso del agua mal oliente que discurre por la acequia. De pronto, el niño grita al ver en ella, sobre el agua, el cuerpo degollado de un hombre con las cuencas de sus ojos vacías. Viste un uniforme con un escudo de policía local.
Huyen asustados y ella empuña una navaja, sin cesar de recriminar al niño para que acelere su carrera y continúen su interminable búsqueda.
Por fin divisan un negro autocar y entran en su interior. Gertrudis toca al conductor en el hombro, y le grita, ¡aléjese rápidamente! Entonces, éste gira su cabeza, y saluda con una terrorífica sonrisa. ¡Es el muerto ahogado en la acequia! ¡y sus rasgos son los mismos del compañero del vagón! Atónita, ve cómo su rostro se transforma en una terrorífica calavera. Es la muerte, que le exige que se despida del niño.
Presa de pánico súplica por ellos, mientras gime desesperada, hasta que, tras un brusco frenazo, la puerta del autobús se abre precipitándose el niño sobre el asfalto, quedando su cabeza desmembrada del cuerpo.
La Parca le increpa: ¡no acepto intromisiones el niño no es tuyo! … Otro día iré por ti, ¡ahora ocúpate de los funerales!, pero ella grita desesperada. ¡Nooo, el niño es mío, su madre ha muerto y debo ocuparme de él! Y en un arrebato le clava su navaja.
De pronto, le llega la voz angustiada del pequeño, ¿Por qué lloras, por qué no volvemos al hospital con papá y mamá?… Y al despertar abraza alegremente al pequeño…
Enfrente, el viajero muestra en su hombro un reguero de sangre alrededor de una navaja. El inspector Roldán enseña su placa de policía y la acusa del rapto del niño.
– Sospeché lo peor al verla huir del hospital, y maltratar a un niño que no la llamaba mamá. Até cabos y temí hallarme ante un rapto. Así me lo han confirmado desde comisaría. Sus pesadillas también la delatan. Como expresó Cicerón, “el sueño es una imagen de la muerte”