Imprevistos
Neus Sanjuan Blanquer | NeSan

Aquel jueves amanecí dispuesto a seguir mi rutina, creyendo que iba a ser un día más, igual que siempre. Por mi parte, todo estaba calculado y predispuesto para que así sucediera. Pero claro, por mi parte. En aquel primer pensamiento del día no contemplé la idea de que alguien más también podría tener sus planes, cuyo éxito suponía interrumpir en los míos bruscamente.

Hacía turno de mañana y tenía que estar en la comisaría a las 8:30. Para esa hora, yo ya habría salido a correr, me habría duchado, cambiado y escuchado algún que otro podcast mientras desayunaba. Pero nada sucedió así. Antes de que sonara el despertador, un fuerte golpe y varios cristales rotos me despertaron bruscamente.

No tardé ni medio segundo en coger el móvil y la pistola que descansaban en mi mesita de noche y plantarme detrás de la puerta de la habitación. Escuché pasos de más de una persona. O me las ingeniaba bien o iba a tener serios problemas. Rápidamente le compartí la ubicación de mi casa a Raúl, mi compañero, junto con la palabra PROBLEMAS. Desde ese mismo instante disponía de unos 10 minutos hasta que las patrullas más cercanas llegaran. Tiempo era precisamente lo que no tenía, pero sabía lo que querían y eso me daba ventaja.

Me desperté algo aturdido y con un dolor extremadamente fuerte en la cabeza. Cuando me quise tocar, me di cuenta de que una cuerda me lo impedía. Estaba atado a una silla. Rápidamente quise abrir los ojos, tomando conciencia de que una venda me impedía ver y mi cuerpo reaccionó poniéndose en alerta.

Aquel jueves, lejos de ser un día cualquiera, fue el día en que toda mi vida estuvo en juego. Los pensamientos corrían por mi mente en forma de balas y tuve que poner de mi parte para intentar mantener la calma y pensar con claridad. Si yo estaba allí era porque querían una moneda de cambio y el ataque iba a ser inminente. Su plan era casi perfecto y yo lo tenía claro.

Hacía dos semanas que habíamos dado captura a la cabeza pensante de la organización “Las Colmenas”. Aquel tipo pasó a disposición judicial inmediatamente y ese mismo sábado iban a trasladarlo de la cárcel a los juzgados generales para emitir su sentencia. Estaba claro. La colmena iba a atacar en el trayecto para sembrar el caos y a utilizarme a mí, inspector jefe de la investigación, como factor sorpresa para provocar un intercambio de rehenes y meter presión con una pistola sobre mi sien.

Con lo que no contaron aquellos delincuentes fue con que su plan tampoco iba a salir según lo previsto. Antes de que me dejaran inconsciente en mi casa, me puse el falso anillo de compromiso que tenía incorporado un localizador indetectable y que facilitó mi posición exacta a los agentes. Pocos segundos después, entraron avisándome de que la banda había sido desmantelada y ya no corría peligro.

Aquel jueves, respiré.