Inocencia
Irene Caparrós González | Drago

Cae la tarde, trufada de nubes rojas, destellos y sombras. Juan se sienta en un banco del parque, cierra los ojos y se concentra en los sonidos que le rodean. Acierta a distinguir el aleteo fugaz de un pájaro asustado, un leve crujir de ramas pisadas, el estallido del agua en la base de piedra de la fuente, sucia de tierra y hojas muertas. Tenso y agitado, descarta esos ruidos anodinos y traslada toda su atención al griterío que le pinza el estómago con una náusea sofocante: ese rumor de juegos y risas infantiles que marca el rastro de su tarde de caza. “Los adictos somos víctimas, no culpables”, recuerda haber leído y se le escapa la risa. Siente que le va a ir bien. Abre los ojos, decidido a escoger pieza.

Junto a los columpios, Anita observa. ¿Quién será ese hombre que hace como que no mira? A lo mejor es divertido. Los niños que su madre la ha obligado a invitar a su cumpleaños la aburren hasta la extenuación. Aunque lo peor sigue siendo el parloteo del grupo de padres. Se siente mareada, como si su cuerpo rechazara comida en mal estado. La imagen de los padres convertidos en carne podrida la divierte. De pronto, ve cómo un pajarillo se cae del nido. Corre hacia él y salta encima con los pies juntos hasta que oye un crujido. Su madre, anclada junto a la mesa con los bocadillos y refrescos de la fiesta, la ve sonreír de lejos. ¡Qué contenta está la niña!

Una hora más tarde, un revuelo de sanitarios y personal de emergencias se agolpa en un rincón del parque que la policía está acordonando.

– Buenas tardes, señora, ¿lleva usted mucho rato en el parque?, pregunta un agente.
– Pues toda la tarde, contesta la madre de Anita. ¿Se ha hecho daño algún niño?
– No, un niño no, un hombre ha sido atacado.
– ¡Qué miedo, y nosotros aquí mismo con nuestros hijos!
– ¿No ha visto ninguna pelea, ni los niños han comentado nada extraño?
– No, que yo sepa… Yo solo he perdido de vista a mi hija un momento y menudo disgusto me he llevado hasta que ha aparecido.
– ¿Cuánto tiempo ha estado perdida?
– Poco, unos 10 minutos, y ella misma ha vuelto y me ha contado que estaba jugando. ¡Mira que siempre le digo que no se aleje donde no pueda verla! Pero es que es su cumpleaños y estaba tan feliz… que no he podido ni regañarle.
-¿Podemos hablar con ella?
– Sí, claro. ¡Anita, ven aquí!
– Hola, Anita. ¿Has visto por aquí a alguien peleándose hoy?
– Todos se pelean por el columpio.
– Me refería a una pelea de personas mayores.
– No sé.
– Y me ha dicho tu mamá que te has perdido. ¿Has visto algo que te asustara o que te pareciera raro?
– No. Hoy me lo he pasado muy bien. Súper bien.