Mientras la policía se la llevaba detenida, ella juraba una y otra vez que era inocente.
«Intento de homicidio», ¿Como podían acusarla de algo así?. En comisaría le explicaron que habían detectado altas dosis de cianuro en el cuerpo de su marido. Era cierto que estaba cansada de aguantar a aquel psicópata, y que estaba tramitando el divorcio. Pero nunca habría sido capaz de matarle.
En el registro de su casa encontraron el veneno e ingresó en prisión, en espera de juicio. Allí, en la soledad de su celda, lo entendió todo. Su marido, tras revisarle el teléfono, supo que pensaba abandonarlo. Él no iba a consentir tal humillación, y con su mente retorcida, tramó un minucioso plan.
Compró el cianuro, y cada día tomó una pequeña dosis, hasta que ella le llevó a urgencias con fuertes dolores. Sabía que allí le darían el antídoto y pensarían que su mujer le estaba envenenando. El hallazgo de aquel polvo blanco en un bote de especias, confirmaría las sospechas.
Él había urdido un plan perfecto, y ella era inocente. Pero, ¿Quién iba a creerla…?