Hago un chasquido con mis dedos. Hoy, que no hay viento, se escucha el eco. No hay respuesta. Nada, nadie. Lo que alguna vez los humanos llamaron Tierra, es hace tres mil años, un yermo sin vida, despojado de todo vestigio de aquella civilización. Nadie sabe qué sucedió exactamente, salvo por esto: ¡Chas! Un sonido realizado con los dedos.
Soy una Detectora, una especie de policía especial universal. Prefiero definirme como detective independiente. ¿Por qué me asignaron el caso? Estoy invicta. Yo siempre gano. Es lo que sé hacer: resolver y ganar. Tengo más de treinta millones de casos resueltos. El crecimiento de los números me hace pensar en el retiro, en mi autobiografía y en que el secreto de ser la mejor es creértelo. Mirarme al espejo y convencerme de que soy una diosa, incluso cuando no era nadie, cuando era insignificante: mucho sufrimiento y esfuerzo antes del éxito.
¿Qué sucedió? ¿Quién y cuáles fueron sus motivos? Solo hay una única pista: el chasquido de dedos fue lo único que se detectó a millones de años luz. Eso asegura que hay (al menos) un ser que tiene (al menos) dos dedos. Actuó de forma inmediata, de un segundo a otro. La humanidad nunca lo vio venir y es irónico: ellos fueron la civilización que sobrevivió a más amenazas de extinción en todo el universo. Creo que pudo trabajar solo, sin ayuda de nadie. Me estrujé el cerebro y bauticé al ser “Chasqueador”. En el archivo maestro del universo no existe ningún ser con este nivel de destrucción. Esto implicaría aceptar que un Dios existe y eso es imposible.
Y aquí el punto muerto en la investigación. Lo que me obliga a salir de la caja: ¿Me están provocando? ¿Y si lo obvio es una trampa? La historia enterrada por la otra historia. Quizás esto no tenga que ver con el caso, sino conmigo, quizás quieren que pierda, que confiese que no puedo resolverlo. ¿Quieren quebrarme? No sería la primera vez. No, el ego mata al detective. Soy insignificante al lado de una civilización.
Lo que me lleva a una única salida. La relevancia obvia recae en Chasqueador: un ser que chasqueó iniciando todo y miles de años después lo terminó chasqueando, aburrido o espantado de su creación. Puede que esto sea como un círculo, un Uróboros: empieza donde termina. Ergo, alguien inició ese ciclo. Alguien que escribe mis pensamientos y deducciones, en algún sitio que me es inaccesible, para participar de algún concurso literario, sin saber cómo se escribe un policial, manipulándome para entregar un cutre manuscrito electrónico. Es decir, un Tecleador.
Y me siento aún más insignificante porque nací de su primer tecleo, un sonido, no tan diferente a un chasquido. Esto, entonces, es un callejón sin salida, que se acabará en pocas palabras, cuando deje de teclear. No soy importante, la humanidad no es importante, Chasqueador no es importante, Tecleador tampoco. Lo único que no es insignificante es la historia. Chasqueo los dedos: caso cerrado.