INSOMNIO
Enrique Vega Requejo | GAVE

Me desperté sobresaltado. Seguía vestido con la ropa del día anterior, tampoco tenia intención de cambiarla. Mi estado de animo me hacia ser mas permisivo en ese tipo de formalidades. Atravesé el vestíbulo con la idea de que el paseo hasta la comisaria despejaría mi mente y aclararía mis ideas. Al adentrarme en el departamento de homicidios, la noticia de un nuevo asesinato atravesó mi cabeza. Era el quinto en menos de un mes y tengo la amarga corazonada de que conoce todos nuestros métodos de investigación, burlándose con cada victima. Me encamine hacia la calle del crimen. La lluvia volvía a cargar sin tregua, formando una cortina de agua que solo había cesado en mi paseo hasta comisaria. Mi ropa seguía húmeda de la noche anterior, mis huesos lo notaban haciéndome sentir mas lento a cada paso. La misma sensación que había tenido en los anteriores homicidios volvió a instalarse en mi cabeza, acompañada de una fuerte punzada en el cráneo y los flashes volvieron a aparecer, integrando imágenes en forma de ráfagas de la escena ocurrida horas antes de mi llegada. Supuse que mi intuición como investigador era lo que me provocaba esa quimera, siempre tratando de reconocerlo como una virtud, aun causándome estragos en mi mente. Al parecer la suerte nos había favorecido esta vez. La descripción hablaba de un hombre de estatura media, vestía de oscuro y su rostro se ocultaba con un sombrero, se alejaba deprisa pero se le notaba cierta lentitud al caminar. Al reconocer el cadáver echaron en falta un pañuelo rojo con bordados dorados y las iniciales D.D. Mi cabeza no me daba tregua, el insomnio y las continuas evidencias de problemas psicológicos a las que nunca les di importancia. Culpando al cansancio y a las secuelas de mi trabajo que empezaban a preocuparme. Mis intentos por reconciliarme con el sueño fueron en vano ,otra noche mas mis pesadillas usurparon mi descanso. Quizá debería hacer caso al psiquiatra del departamento y visitarlo. Mi aspecto no era el adecuado y la mirada de mis compañeros me delataban. Intente mantener la compostura y fingir normalidad pero mis problemas eran demasiado evidentes. Empezaba a cuestionarme si mis condiciones para llevar el caso eran las optimas. Mi comisario debió pensar lo mismo ya que me ordeno tomarme unos días de descanso. Me resguarde en el primer bar que encontré. Deje que el alcohol me evadiera y me hiciera dormir como se hacia a la antigua usanza, aunque pagara las consecuencias al día siguiente. Estaba amaneciendo y mis recuerdos de anoche se reducían a despertarme en un callejón y el sabor a sangre en la boca. Todo se volvió frio y oscuro, mi mirada fue la responsable de manifestar el mayor de mis temores, desafiando en mi una frenética histeria, que me hizo saber que mi fin arribaba entre esas cuatro paredes. Un pañuelo rojo bordado en hilo dorado con las iniciales D.D. se encontraba envuelto en mi mano, sometido por mis dedos.