Instinto
Laura Troncoso Pérez | Lautroper

Caminaba cabizbaja por el centro de la avenida. Desorientada en la noche y con tan sólo un abrigo largo que cubría su desnuda piel.

Avanzaba de forma lenta durante la madrugada, cuando el sol aún no había salido y cuando todos dormían en sus casas. Alumbrada por apenas algunas farolas caminaba de lado a lado entre trompicones y arrastrando un poco los pies a su paso.

No había nadie, nadie más que ella encogida en su abrigo y agarrada a una botella de alcohol. Su aliento expulsando vaho con cada respiración y los surcos de las lágrimas en sus mejillas junto al rímel corrido.

Un coche a su espalda comenzó a tocar el claxon para que se apartara de la carretera, ella se giró sin entender lo que había ocurrido. Los faros la alumbraban mientras ella levantaba su brazo para protegerse de la luz que tanto le molestaba.

Tropezó con uno de sus tacones y aquel hombre que bajó del coche la agarró antes de caer. Miró su rostro demacrado y decidió compadecerse.

Tras preguntarle varias veces su dirección y no obtener respuesta alguna decidió dirigirse a su casa y permitirle pasar la noche.

Él pensó que solo era una chica a quien su novio hubo dejado aquella noche, emborrachada en algún bar.

Ojalá fuera así.

Horas antes, en su apartamento, un señor de mediana edad visitó su estancia con la excusa de ser un repartidor. Tras intentar desvestirla se defendió con uñas y dientes hasta alcanzar un cuchillo en la cocina.

Cuando quiso volver a levantar la vista yacía muerto en su cama y sus manos cubiertas de un rojo carmesí, cerró el dormitorio de forma acelerada ignorando el estruendo de la puerta. Nerviosa y asustada, cogió una botella y se emborrachó.

El motivo era que se sentía culpable, pero no por matar a aquel hombre. Sino por el placer que le dio ver su último aliento. Ella le mató, y acababa de descubrir que algo que estaba tan mal, le hacía sentir tan bien…