INTERROGATORIO
ANA GIL QUILES | SANDRO MING

—No tiene usted coartada para la noche del asesinato.
—Le repito que estaba en casa, viendo España en la final del Mundial de Futbol.
—Solo ¿no?
—Estoy divorciado y no tengo hijos. ¡Esto es absurdo! ni siquiera conocía a la víctima.
—Ya veremos, es cuestión de tiempo que encontremos la conexión.
—Pues cuando busquen esa conexión, intenten averiguar también el móvil, por favor, porque estoy cansado de esta farsa.
—Un testigo le vio salir de la vivienda de la mujer con algo en la mano que podría ser el arma del crimen.
—Está usted insultando a mi inteligencia, ¿me cree tan lerdo de matar a alguien y dejar que me vean a cara descubierta con el arma en la mano?
—Lerdo no, confiado, al fin y al cabo usted mismo ha dicho que no conocía a la víctima, puede que pensara que nunca le íbamos a pillar y por eso no depuró los detalles.
—No tergiverse mis palabras, ni intente confundirme, el día del asesinato llegué del trabajo, me deshice del abrigo y los zapatos, abrí un vino y me puse a ver el partido, no hablé con nadie, todo el mundo estaba en ese momento pegado a sus pantallas, igual que yo.
—La mujer murió de un traumatismo craneoencefálico, un fuerte golpe en el cabeza causado por algún objeto contundente de su propia casa, no parecía una acción premeditada.
—Además de asesino ansioso debo ser ladrón de “objetos contundentes”.
—Un vecino oyó un golpe y vio como usted salía de la vivienda con algo en la mano.
—De la vivienda… así que el testigo que usted dice, debe vivir en la misma planta, puede que me viera a través de la mirilla.
—No voy a darle esa información.
—No hace falta. ¿Sabe? En las noticias entrevistaron al joven que llamó a La Policía, así que me atrevería a decir que ese mismo chico fue el que me vio salir con el objeto “robado” en la mano.
El policía permanecía en silencio mientras el sospechoso divagaba.
—Bueno, vamos a suponer que estoy en lo cierto, y hablamos de la noche del Mundial, probablemente un estudiante, al ser la zona de la universidad. ¿No se les ha ocurrido preguntarle a él si estaba viendo el partido solo? Porque yo me imagino a seis amigotes, bebiendo y gritando en un piso compartido, pendientes de la pantalla y, entre el jaleo ¿van a oír un golpe? Permítame dudarlo. Caballero, si no estoy detenido, me voy.
El policía no tuvo más remedio que dejar marchar al sospechoso. Este se dirigió a su casa, se deshizo del abrigo y los zapatos, abrió un vino, hacía frio, un buen día para encender la chimenea, aún tenía un “objeto contundente” que le urgía quemar. No conocía a la vieja, pero el hijo de la víctima y único heredero de la fortuna de la pobre anciana, le debía mucha pasta y él estaba en la ruina. Ya era hora de cobrarse la deuda.