INTRICA EN EL POBLADO
Francisco Poveda Blanco | FRANKWHITE

Aquel día del medievo, Brígida, la niña del poblado de Rastrojos apareció boca abajo sobre el trillo, sin vida, con un cojín en la espalda. La gente sintió un miedo atroz y desesperados buscaron al culpable. ¿Quién sería sino el tendero, si el cojín era alegórico de su chepa? ¿Y por qué no el chamán que había perdido su hechizo?
Días más tarde, el sol no salió en Rastrojos, aunque la claridad era absoluta. Un silencio de muerte se esparcía en derredor. Ni los gallos, presos de afonía cacarearon. El verdugo atisbó las casas refunfuñando por tener que ejecutar a los reos encarcelados y enterrar a la niña en un atávico acto.
Brígida tenía poderes esotéricos: nació con dientes, y sabiendo leer; multiplicaba y dividía sin sumar y restar tantas veces fuera preciso, y sin dedos; reconocía de espaldas a los lugareños por sus toses, y con los ojos vendados, incluso si lo hacían en coro.
A los cinco años, ayudaba y corregía al Chepas, el tendero, a calcular las cuentas, y acertó, grosso modo, los granos que contenía el puñado de azúcar que tiró al desgaire sobre el mostrador, y las judías que contenía el potaje.
Sus dones asustaban a los aborígenes. Llegó a saber el volumen de las hogazas de pan por cálculos que llamó integrales, como operaciones inversas de las derivadas, adelantándose a Leibniz y Descartes, aunque para todos, las hogazas derivaban de la harina integral y ésta de la molienda de los cereales, y no de las virguerías del cálculo de aquella demoniaca niña.
Con diez años, dijo que se necesitaba un dígito inane para expresar la nada, o sea el cero. La gente se burló porque nada es nada, y la nada no se puede expresar más que con nada. La tildaron de bruja y decidió darles una lección, así que un día apareció muerta.
Todo el pueblo, temiendo su venganza, se implicó en hallar culpables. Señalaron al tendero, porque la niña corregía sus cálculos y le impedía sisar, y al hechicero por perder su poder. El Jorobas, que se echaba todo a la espalda, se rio de la acusación, y El Chamán los llamó estúpidos, por ello, la turba exigió la ejecución para evitar represalias desde ultratumba y, a su pesar, el alcalde aceptó las condenas.
A la hora del sacrificio, del cielo emergieron tinieblas y se desencadenó una terrible tempestad. Un rayo se precipitó sobre la niña yacente, y con el impacto se incorporó y se dirigió con un halo iridiscente a los lugareños. Con una sonrisa sarcástica, los alertó de haberse provocado un coma inducido, algo que en la posteridad se conocería como catalepsia.
El susto fue aterrador. Todos huyeron en desbandada, quedando vacío el poblado. Los hechos se acaban de descubrir gracias a la Policía Científica, y Antropológica de la Universidad, tras encontrar anotaciones entre las ruinas y descubrir a dos esqueletos humanos agarrados a las rejas de la cárcel .