Tengo que pensar cómo entrar a formar parte del Club. Me va la vida en ello. Debe ser de alguna manera original, algo distinto a lo habitual. Por algo es que se trata de un selecto club privado y para que te admitan tienes que escribir «au noir”. No me interesan tanto los asesinatos, aunque se supone que es el leitmotiv de la novela negra. Yo creo que iría más por el lado detectivesco. Sí, mejor imaginar a una misteriosa dama de pelo entrecano que organiza rutas secretas gastronómicas a lo largo y ancho de la ciudad. A través de una APP los incautos comensales reservarán sus cenas (abonando por adelantado el coste del cubierto, que no estamos para andar con cancelaciones de última hora) y, luego, tendrán que descubrir cuál es el plato secreto que cada noche aparece como infiltrado en el menú sorpresa. ¿Resulta interesante? Como campaña de marketing, yo lo veo. Si no lo hacen, si no descubren qué delicia sin sentido ha preparado el cocinero esa noche en ese sitio… morirán entre terribles dolores de envenenamiento, juas juas juas. Bueno, no, que acabamos todos en la cárcel y no es plan. Pero sí que habría que idear algún pequeño castigo: por ejemplo, les damos un micro para entonar (como buenamente puedan) el “Sobriviviré” de Mónica Naranjo o que la elegante señora mayor se presente ante ellos envuelta en una densa nube de humo y Tresor para reírse en su cara de la poca perspicacia derrochada. De hecho, no son planes excluyentes. Intentaremos comportarnos generosamente para que puedan adivinar de manera fácil este pequeño acertijo; no será algo muy complejo, se tratará más bien de un bocado obvio. Sería bonito que tuviera que ver con los emplazamientos de cada restaurante elegido. Así, al inicio de la velada, un simpático o antipático camarero (dependiendo del día) contará la historia de la calle del Pez, de la pequeña calle Prado o de la siempre estimulante calle Fuencarral. Entretenimiento, cultura, misterio. Podría despistarse un poco al personal con alguna compra inventada, que un fatigado mensajero entregaría durante la cena, en la calle Serrano o la del Carmen. Y por supuesto, se presentarían todos nuestros respetos a D. Quijote y Sancho Panza en Plaza España, lugar de cuyo nombre sí quiero acordarme. Encontrar la calle Andes será, tal vez, todo un reto ferial, pero merecerá la pena. Una vez el público se enamore de la idea, disfruten del evento, marquen las cinco estrellitas de Google y vayan descubriendo cada plato intruso; a mí me acogerán con los brazos abiertos en el Club, me abrirán sus puertas de par en par, las de la calle Hermosilla y las de Ballesta. Llegaré con mi mejor sonrisa maquillada en rojo intenso, un ajustado traje chaqueta negro y un bonito tocado con leve velo sobre mi peinado bicolor.