Una de las cosas que peor llevaba de la situación era la total falta de aislamiento acústico de aquella pensión infecta. Parecía que detrás del horrible papel decorado de la pared no hubiese pared alguna. Sorprendentemente, a los inquilinos del resto de habitaciones les resultaba indiferente aquel detalle, como demostraba la normalidad con la que desarrollaban sus ruidosas rutinas de toda naturaleza. Como si nadie pudiera oírlos.
Tampoco llevaba bien las innumerables horas que pasaba solo, sin nada importante que hacer y sin nadie con quien jugar al ajedrez. Por suerte, en menos de dos meses, acabaría la sustitución y retornaría a su puesto, en la comisaría de su ciudad de provincias. También por suerte, estaba habituándose a jugar al solitario al ajedrez.
– Las blancas abren con un gambito. En el fondo soy un romántico.
Como todas las tardes, el comercial de máquinas de coser alojado en la cuatro, habla por el teléfono del pasillo con su jefe, con su amante y con su mujer. Por ese orden. Con cada una de las conversaciones parecía un tipo distinto.
– Las negras declinan el sacrificio del peón y abren paso a su alfil de casillas oscuras.
En la habitación tres, la joven pareja habla, como cada día, de sus problemas económicos. Solo les quedan tres mil doscientas pesetas. Lo justo para aguantar una semana. Semana en la que, seguro —según coinciden ambos—, encontrarán un empleo que les permita salir adelante.
– Caballo por caballo.
En la habitación cinco, en la puerta de enfrente, la actriz de medio pelo —a la que dueña de la pensión llama Francisca, pero que cuando preguntan por ella al teléfono es Franchesca—, ensaya el papel de Catalina en la zarzuela “la rosa del azafrán”.
– Enroque corto de las blancas.
En la habitación uno, al inicio del pasillo, la secretaria del Banco Hispano Americano no parece aceptar de buen grado que el director de la sucursal, con el que queda cada martes y cada jueves desde hace meses, le pida más tiempo para comunicarle a su esposa lo de la separación. La conversación sube de tono por momentos. Se cruzan insultos. Uno de los dos lanza un objeto al otro que impacta en la pared. Siguen los insultos. Se oye un golpe seco, seguido del sonido de un cuerpo al caer al suelo y se hace el silencio.
– Las dos torres bloqueadas. El rey sin salida… Tengo que tomar decisiones. Tengo que hacer un juego más cafetero…
La única forma de salir de aquel antro es mantener un perfil bajo y esperar pacientemente el paso de los días. Menos de dos meses. Sin verse involucrado en ninguna investigación exitosa ni detención.
– La reina negra se prepara para un ataque sorpresa. ¿A quién quiere engañar?
La puerta de la habitación uno se abre y se oyen pasos alejarse rápidamente y bajar por la escalera. Se hace de nuevo el silencio.
– Jaque mate de las blancas.