JUICIOS PREVIOS
LOLA SANABRIA GARCÍA | Petirroja

La orden era tan clara como extraña. Toda la ciudad se llenó de uniformes. Policías patrullando. Perros olfateando el aire estancado. Verano tórrido. Tanto que en un pispás había descompuesto un cadáver de niño callejero. ¿A quién importaba el ladronzuelo de azafrán? Pillado y ejecutado. Detuvieron a unos cuantos en la plaza de encuentro multicultural. «Especieros andantes» dijo el jefe de policía, un morenazo de ojos azabache y pelo ensortijado. «Seguro. Seguro», afirmó en rueda de prensa, «que el asesino está entre ellos. Pronto cantará». Y no admitió ni una pregunta. Caso cerrado. La madre del niño seguía esperando el azafrán para el arroz, mientras su pretendiente dejaba que el agua del grifo se llevara la sangre del cuchillo por el sumidero. ¡No más resistencias a la boda por el niño cabrón!