LA ALIANZA
MARÍA ROSA BASTANTE RIBES | AINSA

No deja de darle vueltas a la alianza de su dedo. Eso es lo que le da fuerzas para buscar un camino que la guíe desde que perdió el norte en el momento que Manuel murió. Se da cuenta que ya no tiene el ímpetu de leona que la había hecho una mujer de mucho carácter, hoy apenas se puede valer de sus piernas, pero el coraje todavía lo tiene intacto.
Ese infausto día el mundo se paralizó de golpe y ella quedó traspuesta. Nunca había lamentado mucho el hecho de no tener hijos porque eso le había dado la oportunidad de trabajar libremente en lo que le gustaba y también de ahorrar y poder comprar ese piso precioso que les había hecho sentir tan a gusto a los dos. Sin embargo, ahora echaba de menos unos hijos que pudiesen aliviarla en su duelo y hacerse cargo de todo lo material.
Para salvar la situación se habían presentado aquellos señores. La ayudaron a decidir todo lo del funeral. Ella no estaba para nada. También le habían puesto una persona que la acompañase día y noche, así entró Carmen en su vida, una sombra protectora que no la dejaba. Eso la alivió de no saber por dónde tirar. Se había quedado sola después de cuarenta y cinco años pasados felizmente con su marido. Ahora ya no estaba tan segura de haber hecho bien dejándose llevar. No la dejaron asistir al entierro porque decían que estaba débil, y ella ahora no conoce dónde está Manuel. Se ha cansado de pedir la alianza de su marido pero los señores Gómez y Táber le dan largas y ve que Carmen también se hace la disimulada.
María siempre se ha fiado de su instinto y en los peores momentos de su reciente viudedad desoyó esos avisos y se dejó llevar. Ahora está estable en este centro y como tiene muchas horas para pensar, va atando cabos.
Al fallecer Manuel se habían presentado en su casa los señores Gómez y Táber que le dijeron que eran de Asuntos sociales y se harían cargo de ella. Después del funeral le sugirieron que no era conveniente que se quedara sola, que todo sería más fácil si estaba atendida debidamente en un centro donde estaría cuidada y protegida. Se dejó convencer y firmó todos los papeles que le presentaron. Ahora la visita de su vecina le revela que los de la residencia han vendido su piso a una pareja, sabe que ella no ha vendido nada. Como un destello de lucidez le vuelve el momento del papeleo, a Táber preguntando por su entidad bancaria y a Gómez contestándole que con el poder notarial ya era suficiente. Se da cuenta que ese día firmó los papeles para enterrar a Manuel pero también los que daban derechos para dejarla sin nada y encerrarla de por vida.
Sigue dando vueltas a su alianza, se hará con un teléfono y avisará a la policía. Hasta eso hoy le pesa.