¿LA BELLA , BELLA DURMIENTE?
MARIA LUISA VENTURA SANCHEZ | ACUARIO

En la comisaría de una pequeña ciudad, la detective Ventura, experta en mentes criminales, había recibido la orden de investigar la muerte del Sr. Marín.
Preocupada se fue a ver a la forense, que le mostró un matraz de laboratorio con una masa viscosa de color amarillento en su interior.
– Fallo multisistémico por necrosis cerebral licuefactiva – dijo – Provocada por una infección; tal vez derivada de una antigua lesión ¡quizás por metabolitos tóxicos! – añadió encogiéndose de hombros.

La Detective volvió a comisaría y releyó el informe pericial; después tomó declaración a todos los habitantes de la casa.
Había cinco huéspedes ocupando las habitaciones: Los Sorné, una pareja que regentaba negocio propio; el dr. Aruba, joven médico; el sr. Hergueta, representante de productos tecnológicos y la sra. Luján, directiva de banca; amén del jardinero, el cocinero y la gobernanta.

¡Todos contaron lo mismo!

El señor Marín, soltero, vivía junto a su hermana Ofelia, del alquiler de habitaciones en su residencia, un antiguo palacete remodelado en el que los inquilinos, a cambio de una nada desdeñable cantidad, podían disfrutar de habitaciones en suite; comedor con dietas a elegir entre mediterránea o flexívora; piscina, spa, jardines…… y unas vistas inmejorables.
Marín no era muy querido; tenía mal carácter, era egocéntrico y no se molestaba en ocultar su codicia por lo terrenal; de hecho, presumía habitualmente de que sus cuentas bancarias gozaban de
Podía vérsele cada mañana en la ventana de su dormitorio, con la taza de café en la mano y su elegante pijama de color gris. Después bajaba impecablemente vestido, oliendo a aftershave caro y con el ralo cabello hidratado con pantenol, una especie de vitamina que usaba a diario, para ayudar a mantener poblado su cuero cabelludo; después se encerraba durante horas en su despacho; las malas lenguas decían que miraba y remiraba sus cuentas bancarias, porque hacerlo le provocaba orgasmos. Tras ello nadaba un rato y volvía a su suite, donde le servían el almuerzo, que degustaba junto a su hermana.

Ofelia, joven menuda, pálida y sometida a su hermano, sufría de timidez y apenas se dejaba ver; solía pasar la mayor parte del día leyendo en sus habitaciones privadas; su rostro pequeño había comenzado a lucir sonrisa y un saludable tono rosado, desde que el doctor le recomendara aparcar los libros y salir a pasear a diario.
Fue ella quien dio la voz de alarma, cuando Marín no se presentó a almorzar.

Nada parecía fuera de lugar, pero la detective estaba intranquila y tenía pesadillas con cerebros licuados y metabolitos tóxicos.
¡Algo no encajaba!

Una mañana ordenó detener a Ofelia y al dr. Aruba.
Ambos confesaron:
Él, tentado por aquella vida ociosa, propuso introducir fentanilo en el pantenol ¡Muerte lenta, fluida e indolora!
Ella, seducida y hastiada de su adormecida existencia, consintió.
-Su beso me despertó a la vida – declaró sollozando.

Ventura se alentó a sí misma mientras daba carpetazo al asunto y pensó:
-Vaya con la bella durmiente ¡Nos ha jodido el cuento!