LA CABAÑA
Manuel Vega Palma | Manuel Verso

LA CABAÑA

«Sus pesquisas lo condujeron a la garrafa de aguardiente».

El investigador se percató de su existencia el día anterior, cuando procedieron al levantamiento de los cuerpos en aquella rústica cabaña. No era un simple alcohol el contenido de aquel envase, si no que alguien habría vertido alguna sustancia que acabó con la pareja de jóvenes enamorados. Los dos presentaron graves lesiones en la piel y los efectos causaron una muerte muy rápida. A falta de los estudios de la autopsia, todo indicaba a que podría tratarse de una gran cantidad de cianuro.

Alguien quiso acabar con el amor que se tenían aquellos dos jóvenes apasionados que, justo aquel día, empezaban a soñar.

No hay crimen perfecto, dicen, pero el caso tuvo que quedar archivado hasta que se encontraran pruebas realmente incriminatorias y sólidas para poder acusar a alguien. La cabaña se precintó y la garrafa asesina se almacenó a disposición judicial.

Muchos años después, Jacinto, el padre de la muchacha, fue detenido y acusado del doble asesinato. Detectaron el letal veneno en otra nueva garrafa que guardaba con celo al no consentir tampoco el compromiso de su otra hija con un labrador de la zona.

Envenenó a su hija primera y a su novio en su cabaña del campo. Al parecer, el joven amante, más pobre todavía que ellos mismos, no era digno del amor de su hija. Por lo visto, el asesino pensó que sus hijas sí que tenían dónde caerse muertas, aunque fuera en una oscura y rudimentaria cabaña en medio de la nada.

©Manuel Vega
Valencia, España