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¿Estaba en mis planes salir en el San Francisco Examiner? La verdad es que no. En primera instancia, no. Pero las cosas cambian y en ocasiones uno se levanta con inquietud social, ansiedad social he tenido siempre (sin novedades desde el frente). ¿Qué harían si supieran de mí? ¿me buscarían?
Hacía tiempo que me sentía perdido. El mundo ya no es lo que era. Llevo años diciendo que el calor que hace en California vuelve a la gente loca. Las calles llenas de esos… ya no sé cómo llamarlos. Ya no creo ni que sean demócratas, son simplemente parias sociales. En las calles, en los periódicos… uno va al cine a relajarse y se encuentra con esos niñatos… Malditos comunistas. Al menos, sentimos un poco de esperanza el mes pasado cuando por fin ganamos las elecciones. Pero eso no es suficiente, ¿verdad?
A finales de diciembre, algo hizo clic, ¿sabes a lo que me refiero? Nos atizaba un virus tremendamente mortal, nuestro país necesitaba una fiebre fuerte y se curaría. Las bases de la medicina moderna no me son desconocidas, como podrás comprobar. Por suerte, hace un calor de la leche en California.
Desde entonces todo ha ido a trompicones.
Parecía que el virus se reproducía siempre igual. En lagos y campos de golf cuando comienza a oscurecer. En coches brillantes y nuevos, por supuesto, regalados. Un virus acomodado y lleno de privilegios que iba a hundirnos. Por suerte para todos, me encanta ver el atardecer como a todo buen americano.
Lake Herman Road no fue la primera vez que disparé un arma. Pero eso ahora mismo no importa. También os puedo asegurar que esos dos de Blue Rocks Springs tampoco serán los últimos.
Es un día tremendamente caluroso, 1 de agosto de 1969 y estamos a 28º a la sombra. ¡Solo Dios sabe a qué temperatura estaremos al Sol! (Perdóname, Dios, por nombrarte…).
Estoy deseando que llegue el invierno para descansar un poco. En verano parece que tengo el doble de trabajo.
Llevo casi un año dejando mensajes. Flechas que apuntaban directamente a mi casa. Pero nunca ocurría nada. A veces, al escuchar las sirenas, pensaba que venían a por mí. Nada. Les he dejado a esos perros mil huesos delante de sus corruptos hocicos. Nada. Joder, ¿es que me tengo que engrilletar yo mismo?
Nada va bien, todo es corrupto. Todo está corrompido.
Es por eso por lo que he decidido escribirte. Para poder ver cómo me buscáis. Lo intentareis, ¿verdad? Quizás estas cartas sirvan para que otros buenos americanos vean el verdadero problema de este país.
Te confieso, querido editor, que espero que no seas uno de ellos. Me da nauseas pensarlo.
ZODIAC