La cruda realidad
Javier Perera Malumbres | Rookread

Un gran cordón policial amarillo detiene a los curiosos que se intentan abrir paso para ver lo ocurrido. Aparto con el brazo a un par de ellos y llego frente al cordón.

-Homicidios–Digo sacando una reluciente placa de mi bolsillo.

El agente levanta la cinta y me deja pasar. Al cruzar a la zona restringida, un oscuro callejón aparece ante mí.
Tras unos metros, giro a la izquierda y veo a un grupo de personas al final del callejón. Me acerco a ellos lentamente y pregunto:

-¿Qué ha pasado?–Alrededor hay un oscuro charco de sangre.

-Varón, de unos treintaicinco años. Metro setenta y siete, y de unos ochenta kilos.–Clara es la forense.–Numerosas heridas punzantes en brazos, espada y pecho y una herida de bala en la cabeza, calibre pequeño: un veintidós. Viendo la cantidad de sangre en la zona de la cabeza, la bala es la causa de la muerte.–Destapa con cuidado la manta y muestra la cabeza de la víctima, con el pelo pegajoso por la sangre.

-¿Tenemos el arma?–Pregunto.

-Sí, una Derringer calibre 22. El sospechoso la llevaba encima cuando lo detuvieron. Intentaba huir de la escena.–Clara señala hacia una pequeña zona que tiene detrás, a unos metros de donde están.

Me levanto del suelo y me dirijo hacia donde está el detenido. Es un hombre de estatura media, de unos veinticinco años, moreno, sereno y con una postura inquietantemente tranquila. Pido a los policías que lo retienen que lo lleven a la comisaría para interrogarlo allí y vuelvo al coche para ir yo también.

Llego dentro de la sala de interrogatorios, con el sospechoso frente a mí, inmóvil, paciente y terroríficamente tranquilo. Abro el expediente que tengo encima de la mesa y hago que lo leo.

-Carlos Figuera, 32 años, nacido en Sevilla…-Le miro en busca de alguna reacción que me de alguna pista, pero él sigue ahí quieto, mirándome con una siniestra sonrisa.-Estás detenido por asesinato, ¿sabes lo que implica eso?

Carlos se me queda mirando con media sonrisa y, provocándome un escalofrío, me dice:

-¿Lo sabes tú?-Su voz sonaba relajada e inquietantemente burlona.-¿Acaso sabes lo que se siente cuando robas vidas con tus propias manos?-Su tranquilidad y orgullo a la hora de hablar me deja pálido.-Esa sensación de subidón cuando le atravesé con el destornillador el cuerpo es…-Cierra los ojos ligeramente, con una aterradora sonrisa en el rostro.-Y los gritos de dolor… Buah, que placentero.

Está claro que se trata de un psicópata. Nunca he conocido a uno, y tenerlo frente a mí… Me da un miedo, una impotencia que no puedo describir. Me levanto casi de un salto y salgo por la puerta, pálido como un fantasma.

-«Este se va a pasar la vida encerrado.»-Pienso respirando profundamente.-«No dejaré que vuelva a matar.»

Años más tarde, me entero de que, el psicópata que encerré en su tiempo, se había suicidado. Junto a él habían encontrado una nota que decía: «La muerte es mi comienzo». Me siento en la silla más cercana y me doy cuenta de la terrible verdad: ellos siempre lo recuerdan.