Ding, dong.
– Buenos días, soy el inspector Carlos Andrade y él es el agente Francisco Díaz. Supongo que usted es Laura Rivas. ¿Podemos pasar?
– Ya creía que no vendrían – abriéndoles el paso -, les llamé ayer por la mañana.
– Lo siento estamos muy ocupados, hemos venido en cuanto hemos podido.
– Creía que vendría la chica de la última vez, una rubita muy mona y muy simpática.
– Bueno – mirando de reojo a su compañero -, como le digo, estamos muy ocupados. La inspectora García lleva un caso muy complejo.
– Tomen asiento. ¿Les puedo ofrecer alguna cosa?
– No, muchas gracias, intentaremos molestarla lo menos posible, ¿Podría contarnos el motivo de su llamada?
– Pero, bueno -sorprendida-, ya se lo expliqué al agente que me atendió el teléfono, y tomó nota de todo, o eso me dijo.
– Sí, sí, pero nosotros no venimos de comisaría y nos gustaría oírlo de viva voz.
– Pues verán, mi amiga Paloma vive en frente, en el mismo rellano y ya llevo unos días sin verla, he llamado varias veces a su puerta y no me contesta, es muy raro porque siempre que se ausenta me lo comunica anticipadamente, y esta vez, nada.
– ¿Algún familiar cercano, teléfono móvil, amigas?
– Mi amiga y yo no somos de móvil, tiene unos parientes lejanos a los que apenas ve y ella y yo tenemos otras conocidas de reuniones ocasionales. En definitiva, solo nos tenemos la una a la otra. Ella es viuda de un militar y yo no me casé. Desde que nos jubilamos hace un año somos inseparables.
– El caso es que no podemos violentar su vivienda así como así.
– ¡Ah!, no se preocupe, yo tengo llave, me la dio ella misma. Yo también le di una.
– Entonces, ¿por qué no ha entrado?
– Eso! Y si hubiera ocupas, o un asesino… para eso les he llamado a ustedes. Voy por la llave y vamos.
Andrade se acerca a un cuadro de una bailarina, toca el marco y lo observa con detenimiento. Regresa Laura y pasan al piso de Paloma. Después de un minucioso registro y comprobar que está todo normal, regresan.
– Bueno ya ha visto que está todo correcto, seguro que su ausencia tiene una explicación sencilla. Habrá hecho un viaje de urgencia y no habrá podido avisarla.
– No se yo… no me quedo muy tranquila.
– En fin, nos vamos, avísenos si tiene novedades del caso, estaremos en contacto.
Los policías entran en una cafetería y encargan el almuerzo.
– Vaya con la vieja, como si no tuviéramos nada que hacer. En un año ha llamado a comisaría tres o cuatro veces. Menuda perdida de tiempo.
– Te equivocas, esta tarde volveremos con una orden de registro y la detendremos por asesinato.
Díaz, perplejo.
– Será una broma ¿No?
– Nada de bromas, ¿Te has fijado que la amiga también tenía un cuadro con una bailarina? Los cercos de la pared señalan que los cuadros están cambiados. Pero una firma marca la diferencia: Degas