LA ESCENA DEL CRIMEN
Antoni Serra Vidal | Toni Serra

El detective se encontraba en la escena del crimen.
¡Buuurp!
Eructó.
Acto seguido, se apretó los ojos con las yemas de los dedos. Tenía resaca; la noche anterior había estado bebiendo hasta perder el conocimiento. Ahora, sentía lo que parecían mil alfileres hundiéndose en su cerebro. Apenas podía pensar con claridad; ni tan solo recordaba cómo había llegado hasta allí. Aun así, tenía la esperanza de que nadie se fijara en su estado.
¡Cric, crac!
Acababa de pisar unos cristales rotos.
El detective observó a su alrededor; había muebles destrozados y jirones de ropa por todos lados. Y sangre. Sangre que formaba un macabro rastro de migas de pan. Empezó a seguirlo, esquivando la destrucción que el asesino había dejado a su paso, y llegó hasta el umbral del cuarto de baño. Desde allí, vio que la cortina de la bañera estaba repleta de manchas rojas. Parecía que unos dedos ensangrentados habían intentado agarrarse a ella.
Avanzó unos pasos.
Lo que el detective esperaba encontrar en esa bañera, era lo que más odiaba de su trabajo: los cadáveres. Había visto infinidad, pero nunca se acababa de acostumbrar. Algunos de ellos todavía le atormentaban por las noches. Como el de aquel hombre que encontraron en la playa, pudriéndose y con los ojos devorados por los cangrejos. O el de la cabeza en el microondas. O el de la chica crucificada en una torre de alta tensión. Todos estos horrores eran la causa por la que bebía sin parar.
¡Ras!
El detective corrió la cortina.
Y, entonces, la vio. Desnuda, pálida y con la cabeza reventada.
Gritó de horror.
No era un cuerpo cualquiera; era el cuerpo de su mujer.
Una arcada subió por su garganta. Vomitó en el váter.
Ahora, las cosas empezaban a ponerse en orden dentro de su mente; la escena del crimen era su casa. Esta vez, había traído el horror hasta allí.
Empezó a llorar y a bramar desesperadamente. Golpeó las paredes hasta dejarse los nudillos en carne viva. De pronto, su llanto empezó a convertirse en una carcajada.
Jajajaja.
En una carcajada demente.
Jajajaja.
Su risa resonaba por toda la casa.
Jajajaja.
Se había dado cuenta de una cosa: nunca antes le había resultado tan fácil resolver un crimen.