La víctima era un hombre joven que colgaba de la segunda planta con un látigo amarrado al cuello. Ya había amanecido y el inspector Guscat conocía bien el lugar. Hans, el administrador de la discoteca, miraba a la víctima fijamente. El inspector subió por las escaleras hacia la escena del crimen, cuando llegó el equipo de criminalística. Vio marcas en el piso que lo condujeron a una área con sillones rojos, donde encontró una bolsita con pastillas rosadas. La cogió y guardó una pastilla en su bolsillo. Regresó a la escena y ya habían subido el cuerpo. Un hombre joven, en sus treintas, moreno, posiblemente de origen turco. Tenía el cuello partido, la cara cubierta de sangre y los bolsillos vacíos.
Le confirmaron que la causa de la muerte fue por estrangulamiento y que estaba muerto cuando lo colgaron, pero él ya lo sospechaba. Entregó la evidencia y bajó a interrogar a Hans, que no dijo ni una palabra. Guscat salió para buscar testigos, pero fue inútil. Entonces se marchó a investigar el historial de Hans y descubrió que, siendo adolescente, estuvo involucrado en peleas contra grupos de inmigrantes. Guscat tuvo un presentimiento. Llamó a Arno, su informante que vivía como okupa en el centro. Al llegar, el piso era deplorable y olía a comida podrida.
– Mi águila del submundo. ¿No te alegra verme? – preguntó.
– Hola inspector, sí, feliz – respondió de un salto.
Arno encendió un cigarro, Guscat sacó la pastilla rosada y le pidió información. Arno la sostuvo en la mano y sus pupilas se dilataron.
– Ya sabes cómo funciona esto: tú me ayudas y yo te permito seguir viviendo acá con tus mierdas – dijo.
Dio una calada y le contó que la pastilla era consumida en fiestas de tecno y, además del subidón, causaba mucha excitación sexual. Pero se vendía en pocas discotecas, entre ellas Loch. De regresó a la estación, el forense confirmó que la víctima tenía enormes cantidades de una sustancia que coincidía con las pastillas. El cuello presentaba marcas de manos y las heridas de la cara se debían a golpes de puños. En criminalística hallaron una huella parcial en la bolsa, pero necesitaban otra huella para comparar y Guscat sabía cómo obtenerla. Esa noche tenía que ir a Loch.
Pidió una cerveza, sacó la pastilla rosada y se la tomó. De pronto distinguió a Hans con. La pastilla hizo efecto y Guscat se puso a bailar sin perderlo de vista. Es cierto lo que dijo Arno, sentía una lujuria salvaje. Entonces, Hans dejó su vaso en la barra y él se acercó rápidamente y lo guardó en una bolsa. Al día siguiente llevó la evidencia para analizar y después visitó a Hans. Guscat sufría un trastorno explosivo que le había traído problemas, pero a veces, funcionaba de maravilla. La gente responde con sinceridad únicamente a un estímulo: el miedo. De pronto recibió un mensaje: las huellas coincidían. Entonces tuvo la excusa perfecta para ser un poco hijo de puta.