LA EXTRAÑA DESAPARICIÓN DE WELLY
Montse Gilabert Seguí | MONTSE

El viaje en tren se hizo largo. Jodie, preocupada tras varias llamadas sin contestación, iba a visitar a su abuela temiendo lo peor. Tampoco Rigoberta cogía el teléfono.
Al llegar, la puerta yacía cerrada. Una alfombra polvorienta cubría la entrada y algún hierbajo, asomando entre las baldosas del descansillo, delataban el incipiente abandono de la casa.
Jodie, la del medio de nueve hermanos, no tenía ningún atributo a simple vista que la hiciera destacar. Por ello y por puro instinto de supervivencia, había desarrollado ciertas habilidades que la llevaban a adivinar cuál de sus hermanos era el protagonista en cada travesura.
Se dispuso a abrir la puerta. Todo estaba revuelto. Ni rastro de la abuela. Llamó a la policía de inmediato. No tardaron en llegar.
—Usted debe ser la señorita Jodie. Comisario Rodríguez, cuénteme lo ocurrido.
—Señor Rodríguez, creo que estamos ante un secuestro —afirmó dejando al comisario con cara de estupefacción—. No se han llevado nada. La caja fuerte, con efectivo, joyas y documentación, no ha sido descubierta. Que dejaran la puerta cerrada con llave indica que quién se la llevó no tuvo prisa, no levantaría sospechas. El móvil de mi abuela permanece en el salón sin batería. Sin embargo, su vecina Rigoberta no responde a mis llamadas, pero su teléfono sigue activo. También en su casa hay signos evidentes de desaparición.
—Me tiene impresionado. Aunque debió esperar a que llegáramos. Ahora deje la investigación en nuestras manos —dijo tajante el comisario.
Jodie no pudo explicar su descubrimiento al husmear en casa de Rigoberta. A través de una ventana vio que todo estaba en orden en el interior, excepto el cuadro del salón que colgaba del revés. Supo que era un aviso.
Era la favorita de welly, así llamaba a su abuela cariñosamente. Ambas tenían la misma perspicacia. Se comunicaban mediante códigos secretos. Un objeto al revés, significaba traición. Ahora no era un juego, la abuela pedía ayuda. Quizá Rigoberta la estaba traicionando.
Jodie fue al casal de ancianos dónde ellas iban a menudo. El conserje se extrañó de que hubieran desaparecido. Recordó que Rigoberta recibió la visita de un joven con quien acabaron discutiendo. Sucedió un par de semanas atrás y no volvió a verlas.
Cuando Jodie regresó, los agentes ya seguían la pista del chico, al parecer sobrino de Rigoberta, según testificaron los vecinos.
Posiblemente el móvil del secuestro era modificar el testamento de welly para hacerse con la herencia. Rigoberta y su sobrino Hernán, estarían compinchados.
El comisario mandó a una patrulla a la casa de Hernán, a las afueras de la ciudad.
Jodie sentía que algo no encajaba. —¿Cómo no me habré dado cuenta antes? El conserje dio por hecha la desaparición de ambas cuando solamente le hablé de mi abuela.
Acto seguido, encontraron a las víctimas, la abuela de Jodie y Rigoberta, amordazadas en el sótano. Lograron detener a Hernán y al conserje, cómplices de la trama para hacerse con las herencias. Gracias a la intervención de Jodie, todo acabó bien.