Hace unos días salí a la calle sin el teléfono móvil. Me di cuenta al tocarme los bolsillos que me lo había dejado, en casa cargando la batería. Pensé, bueno es solo ir a comprar y tomar una cerveza… eso total no es nada, ¿ no ? Jejejejje…que iluso, de mí, si. Antes de llegar a la tienda, ya me di cuenta, que la gente absorta en sus teléfonos y tablets, no levantaban cabeza …nadie, absolutamente.
Hice la compra rápidamente. Pagué y la cajera ya debió notar algo raro, pues me miraba con el entrecejo levantado igual que un conejo cuando le dan las luces largas. Salí y me dirigí a la terraza de un bar. Allí la cosa ya parecía ir tomando un mal cariz, el camarero me miraba sorprendido y extrañado mientras yo leía el periódico.
La gente de otras mesas seguía en sus redes sociales, y en sus conversaciones y chats virtuales.
Pronto se dieron cuenta que yo no seguía ese patrón… y empezaron a darse codazos y mirarme primero de soslayo, luego ya detenidamente y sin ningún disimulo. Pagué el café, y dejé la mesa saliendo de la terraza a paso rápido.
Ya no había vuelta atrás… todo el mundo parecía darse cuenta. Una pareja atareados hablando cada uno por su teléfono, pararon al mismo tiempo y se quedaron señalándome sin ningún reparo. En un momento me llevé una mano a la oreja y simulé mantener una conversación… pero nada, eso no funcionó. Parece ser, que se deben notar las ondas vía wifi… y las señales telefónicas de los repetidores y antenas como los insectos que se atraen por ultrasonidos, y las polillas a la luz eléctrica. Me sentía ya perseguido, y casi rodeado, la horda de zombies se acercaba cada vez más.
Un coche de policía llegó de pronto con la sirena aullando, y dos agentes armados bajaron, pero mi sorpresa fue que dirigieron sus armas hacia mí y me gritaron que me detuviera de inmediato.
Tiré al suelo la bolsa de la compra, naranjas rodando, paquetes de galletas esparcidas por la acera y botellines de cerveza estallando contra el suelo. Eso no los detuvo ni un solo segundo , ignoré la orden y empecé a correr, la puerta de casa ya no estaba lejos. De reojo, vi como el grupo perseguidor iba creciendo, 15, 20, 30, 40 personas-robotzombies…niños, adultos, abuelos… todos con una causa común, y esa, me temo era yo. Al fin llegué, a mi bloque de pisos y con la mano temblorosa hecho un manojo de nervios, saqué el juego de llaves… por escasos segundos, justo antes de que se me echaran encima, y me agarraran logré abrir, entré y cerré rápidamente. Corrí escaleras arriba, podía ser que el ascensor también estuviera ya ocupado por vecinos armados con sus smarphones en mano.
Entré en mi piso… y allí estaba, sobre el sofá, con el cable enchufado a la corriente, curvado en ángulo absurdo…Era mi móvil y parecía reírse de mí.