LA MALDAD TE VIGILA
Vanessa Torres Ortiz | Vanessa Torres Ortiz

La lluvia caía a raudales a la vez que, cubría el cuerpo de esa pobre chica a la orilla del río Vaivén.
La inspectora jefa, Maribel Fernández, la contemplaba con ojos firmes y penetrantes cuando aun la policía Científica no había llegado al encuentro del cadáver.
Mujer de veinti y pocos años, castaña, pelo rizado y ojos verdes.
Sí, la inspectora miraba esos ojos sin vida, e incluso, parecía que le correspondía pidiendo justicia, reclamando una esperanza entre la humanidad.
—Tiene un evidente corte en el cuello—expuso Maribel a un agente posicionado a su altura.
El agente esquivó la mirada del cadáver haciendo girar su cuello para el otro lado.
—¿Qué habrá hecho esta pobre criatura para merecer una muerte así? —lanzó la pregunta al aire el agente.
—¡Nadie merece una muerte así!— respondió la inspectora con el orgullo dolido y la impotencia, queriendo salir de sus propias venas.
El cadáver mostraba signos de ensañamiento. Diversos cortes por brazos, piernas e incluso rostro. Todo apuntaba a que la causa de la muerte había sido por asfixia al cortar su asesino la yugular, pero evidentemente, los forenses destaparian esa duda al realizarle la autopsia.
Una sombra a lo lejos permanecía como espectador número uno de la escena.
Al igual que la inspectora, este personaje también fijaba su mirada en los ojos de aquella chica de ojos verdes.
Esa persona, escondida entre los árboles que habitaban casi a la orilla del río, no pareció estremecerse en ningún momento viendo tal escena macabra. Tan solo unas imágenes, o quizás más bien unas palabras, se reproducían por su cerebro como si de un disco rayado hablásemos:
«Mientras los verdes ojos brillaban no eras esclava de mi amor; sin embargo, en cuanto los he hecho míos, te has rendido a mí».
La policía Científica llegó al lugar y comenzó a ejecutar su trabajo.
Encontraron en una mano del cadáver lo que parecía un anillo con una piedra «verde» que, aún ella ya sin vida, cogía con fuerza en su puño.
La inspectora jefa se despidió de sus compañeros una vez terminaron y el juez ordenó el levantamiento del cadáver.
La sombra, ese ser expiatorio durante todo el proceso, sonreía para sus adentros y, fue justo en se instante cuando el agente que acompañaba a Maribel lo buscó con la mirada, lo encontró y ambos relamieron sus adentros con otra sonrisa maliciosa.