LA MANILLA DEL PORTAL
Suelta el carro de la compra a su lado para liberar una mano con la que revolver en su bolso, en busca de la llave del portal. Con dificultad, procura que no se le caigan las bolsas cargadas que cuelgan de sus hombros, minuciosamente contrapesadas para poder con ellas. Lleva días haciendo estos trasportes en su mudanza a plazos y en solitario. cargada hasta los dientes para aprovechar al máximo cada viaje. Logra abrir el portal y entra doblando el cuerpo para no perder ninguna bolsa y estira la mano para entrar el carro, que esperaba paciente su turno. Una bocanada de olor húmedo y rancio le golpea el cerebro a través de la nariz. Es un edificio viejo y desatendido, falto de ventilación y renovación en cada punto que se observe. La luz, el sol y la vida quedan fuera del portal.
Ha perdido la cuenta de los viajes hechos, cajas, bultos, bolsas y maletas se han ido acumulando en la sala. Es hora de empezar a vaciar y colocar. manos a la obra. Primero el carro y bolsas grandes para reutilizarlas cuanto antes. Se dedica a ello hasta que el cansancio y el sudor le impiden continuar y se mete en la ducha. Tocan en la puerta. Mal momento. No puede acudir. Además, nadie conoce su nuevo domicilio y tampoco ha hecho ruidos que inciten a la reclamación de los vecinos. Será alguien equivocado. No le da importancia. Ha de volver a salir a preparar más paquetes para instalarse definitivamente al día siguiente.
Hay varios vecinos en el portal. Falta la manilla interior de la puerta y para salir hay que usar la llave. -«Vaya broma pesada», -«Qué sin vergüenzas», -«Estos jóvenes que no respetan nada»…decían acalorados. -«Pues la pobre chica de correos tocó en mi casa, porque no podía salir, pero le dije que estaba ocupada y no podía bajar a abrirle, no sé quién le habrá abierto, a esas horas no hay casi nadie en el edificio»…señaló una anciana encorvada.
_Buenas tardes – Dijo y pasó por medio del grupo sin detenerse. – Vaya, es posible que fuese la cartera quien tocó cuando ella estaba en la ducha.
No se habituaba al mal olor del edificio. En lugar de aceptarlo, parecía incrementarse y empeorar, hasta convertirse en un tufo insoportable.
Alguien decidió dar aviso a la policía. Acertada decisión. Encontraron la fuente de la peste: El cuerpo de la cartera, brutalmente acuchillada. Había subido hasta el sexto piso, buscando quien bajase a abrirle el portal sin manilla. El anciano que vivía allí acabó con ella, nadie sabe qué pasó por su mente desquiciada.
Casi todo está ya en su lugar. Recoge y dobla las bolsas rezagadas. De la última saca un chaquetón, pero nota un peso en la bolsa. Mira dentro. Allí está, en el fondo…la manilla desaparecida del portal.