El timbrazo del teléfono retumbó en el despacho de la teniente Luján Moreno y el eco que dejó flotando en el ambiente rasgó el tranquilo servicio que hasta ese momento se desarrollaba en el cuartel de la Guardia Civil de Maroto.
Pero lo que realmente alteró la tranquilidad de aquella mañana fue el inquietante hallazgo que le comunicaban desde el otro lado de la línea.
Unos chicos que paseaban a su perro por el monte habían encontrado una mano humana en avanzado estado de descomposición, lo que hacía suponer que había sido separada del cuerpo hacía varias semanas.
La teniente Moreno y su equipo se trasladaron hasta el lugar, donde los chicos responsables del descubrimiento, alterados y nerviosos, se encontraban junto a un creciente número de curiosos que se habían acercado para cotillear y que, con sus preguntas y comentarios impertinentes, ponían de manifiesto lo macabro de la situación a la vez que contaminaban la escena entorpeciendo totalmente la inspección visual que debía desarrollar el equipo policial.
Efectivamente, se trataba de una mano humana tan deteriorada que hacía imposible determinar si era de hombre o mujer, la edad o si la víctima estaba con vida cuando le fue amputada y de la que iba a ser imposible extraer ni una sola huella. Como única pista, un anillo incrustado en el dedo corazón, tal vez una alianza de compromiso de no ser por el dedo en el que se hallaba.
Después de fotografiar la escena y obtener las pruebas pertinentes, Luján se enfundó los guantes y extrajo la sortija con sumo cuidado para no dañar más la extremidad, observando que únicamente tenía grabada una fecha, sin nombre ni dato alguno.
Reparó en el día marcado, 10 de mayo de 2023, qué extraño, pensó, ¿por qué grabar en una joya una fecha que aún no ha llegado? ¿Por qué embutir una alianza en el dedo corazón? Una sospecha latente palpitaba en su interior, pero no podía precisar de qué se trataba.
La investigación debía enfocarse en localizar al joyero, ya que no había otro hilo del que tirar, una tarea complicada pues ese tipo de anillo se vendía en cualquier joyería o tienda de bisutería.
El equipo regresó al cuartel con los datos, testimonios y pistas recabados, dispuestos a ponerse a trabajar de inmediato, pero la teniente Moreno sabía que algo no encajaba, no podía definir qué, en su cabeza resonaba un constante tic tac haciéndole saber que algo se le había escapado delante de sus narices.
Llamó a su marido para avisarle que una vez más no llegaría a dormir, pues urgía iniciar las pesquisas. Llevaban ya tres semanas sin verse, entre los turnos de ella y los de él, sólo escuetos mensajes en el contestador, sin respuesta desde hacía días.
De pronto, algo surgió del fondo de su memoria y una bocanada de vómito se le congeló en la garganta ¡la fecha!
Las imágenes giraron a su alrededor y una certeza se desplomó sobre ella, -es la fecha de nuestro aniversario, veinticinco años-.