‘-Sesenta días, once asesinatos, ningún rastro. Debo confesar que el sospechoso es meticuloso, se esmera para que no pueda encontrarle-. Son las dos de la mañana, prendo un cigarro, retomo el último caso, hace cuatro días, en la noche una joven hallada en su auto sin vida a causa de tres puñaladas en el abdomen, su identificación: Monserrat, 19 años. -19 años ¡Joder!- al igual que los demás casos también le han arrancado su cabello. Un patrón en nuestro sospechoso, -¿de qué me sirve? no hay ningún indicio de ADN o pista que pueda llevarnos a alguien- Termino el cigarro, no puedo concentrarme, salgo a caminar, -once asesinatos, todas mujeres jóvenes, ¿dónde estás?- cae lluvía, me detengo, levanto mi mirada, las calles están oscuras y solas, todo está en silencio, de vez en cuando pasa uno que otro carro y en la copa de los árboles la brisa zarandea las ramas -Este sonido me relaja-. A la distancia, identifico lo que parece ser un bar, es el único lugar con iluminación, entro allí, pido una cerveza, prendo un cigarro, me dicen que no puedo fumar dentro, salgo y prendo otro, -sesenta días, once asesinatos, en estas calles oscuras y solitarias está mi sospechoso y yo sigo aquí fumando sin poder encontrarle-. A lo lejos escucho el grito de una mujer, me pongo alerta, no sé muy bien de dónde provino aquél sonido -¿será mi imaginación? una mala decisión y lo jodo todo- Otro grito. Esta vez logro identificar su dirección, me dirijo allí, alisto mi revólver, llego a un callejón, hay dos personajes que no logro distinguir bien por la poca luz que hay, apunto con mi revolver -¡Deténgase!- uno de ellos apenas me ve corre, el otro está en el suelo, me acerco, es una mujer, tiene dos puñaladas en el abdomen pero aún tiene pulso, le estaban arrancando su cabellera -¡Joder, es mi sospechoso!- saco mi celular, llamo rápidamente a la ambulancia y a Sanchez para dar mi ubicación, voy tras el sospechoso, salgo a la calle principal, ya no veo a nadie, camino, escucho pisadas, volteo rápidamente y apunto pero no hay nadie, doy vuelta y allí está frente a mí, mirándome. Nos quedamos así, mirándonos. Nadie se mueve. -¡Qué mirada tan fría!-. Manda el brazo al bolsillo de su abrigo, yo le apunto, nos seguimos mirando, se acerca lentamente a mi. -¡Deténgase!- no se detiene y aun tiene la mano en su bolsillo, -¡Deténgase o disparo!- se detiene, sonríe y se abalanza sobre mí con un cuchillo que saca de su abrigo, yo disparo, cae al suelo, me acerco cautelosamente, una pequeña luz, la del faro, apunta al rostro del sospechoso que yace sin vida y junto a su cuerpo una cabellera. -Hermosa mujer, está calva y el cabello que hoy traía puesto parece ser el de Monserrat-.