Jamás en mi vida había corrido tan rápido y tantos kilómetros sin mirar atrás.
En el trayecto, la imagen me perseguía.
¿No era eso lo que siempre había querido, que pagara todo el daño que me hizo?
Estaba nerviosa. Todos atarían cabos y yo sería la única culpable.
Habían sido infinitas las veces que había deseado que todos supieran lo que años atrás él me había hecho. A mi, a su hermana.
Tantas veces lloré por su culpa, tantas momentos me perdí, tanto cambió mi vida…
Llegué a casa sudando como un pollo. Lancé las llaves al sillón y me miré al espejo que había colgado en la pared. Mi cara estaba asustada pero también triste.
¿Cómo podía ser posible que estuviera llorando por su muerte, por la punzada que me había causado verlo colgado de aquélla soga?
Supongo que la sangre es la sangre…
Sonó el teléfono, me sequé las lágrimas.
– Sol, tenemos un nuevo caso. Supuestamente, fue un suicidio pero hemos encontrado una nota que invita a pensar de que no es lo que parece.
Silencio.
– Sol, ¿estás ahí?
– Sí, aquí estoy, jefe. Perdona, no he dormido bien esta noche. ¿Dices que no ha sido un suicidio?
– Había una nota junto al cuerpo que da a entender que temía por su vida, lo cual nos hace sospechar que, quizás, sólo quizás, fue asesinado.
Hacía muchos años que me había desvinculado tanto de mi pasado que nadie sabía que tenía un hermano, mucho menos que me violó cuando era adolescente.
No sabía qué hacer. Pronto descubrirían nuestro parentesco.
¿Tenía enemigos?, ¿quién podría haberlo colgado de una soga aparentando un suicidio? Por lo que sabía, su matrimonio iba bien y sus hijos estudiaban en Madrid.
Cuando llegué a la escena del crimen, fingí no conocerlo de nada. Sabía que ello tenían consecuencias pero no me atrevía, quería seguir desvinculada y si pronunciaba en voz alta quién era ese hombre, quién era yo en su vida, sería como dar pie a pensar cosas que no eran.
Tras inspeccionar cuidadosamente el lugar, mi compañero Max me enseñó las muestras que habían tomado. Una de ellas era mi colgante.
¡Mierda! Se me debió caer cuando eché a correr asustada.
Pero, ¿qué iba a hacer sino? Una va tan tranquilamente a casa de sus padres para buscar unos papeles y encuentra un cuerpo sin vida de una persona tan significativa en su vida…, ¿podría haber hecho otra cosa a parte de huir de allí?
Me temblaban las piernas, ¿me habría visto alguien?
Desafortunadamente, la mentira seguiría estirándose pero no por mucho tiempo. Esa misma tarde, Max y yo iríamos a casa de mi cuñada…¿me reconocería? Mi pelo ahora es rubio y he engordado 15 kilos…
Todo se complicaba. Maldita suerte. O encontraba la respuesta a tantas preguntas o me acusarían sin pestañear.
Cuando llamé al timbre de la casa mi cuñada, fue mi hermano quien abrió la puerta.
Mi cara estaba desencajada, ¿era una broma o me estaba volviendo loca?