Era viernes el agente Fran y yo habíamos quedado con los compañeros de balística para tomar unas cervezas. Cuando estabamos llegando nos avisaron de la central, habían robado en un cine cercano.
– Nos dirigimos los agentes Pérez y Montoliu. Corto y cambio- dije, mientras el coche iba a toda leche.
– El taquillero está herido necesitamos refuerzos y el cine está lleno. Los dos atracadores están dentro, alerta. – Dijo por la radio mi compañero. Él me miró.
– Tú te quedas aquí esperando a los refuerzos. Es gente muy peligrosa. – me advirtió
– ¡Y una mierda, ni lo pienses, yo voy!
– Novata, no quiero payasadas. Si te pasa algo el comisario me mata. – dijo él
Entramos y nos dividimos. Entré en una sala, todo parecía normal. Salí y me encaminé a los lavabos. El de señoras, vacío. Pasé al de caballeros. Sentí un ruido, entré en un cubículo, subí a la tapa del water, desenfundé mi arma y agudicé el oído. La puerta chirrió, alguien acababa de entrar. La luz se encendió escuché unos pasos acercarse. Me preparé. Los pasos se detuvieron, el agua empezó correr. Quien fuera acaba de abrir el grifo.
Intenté mirar por encima de mi cubículo, y me quedé colgada en la puerta. ¡Menuda policía estaba hecha!-Me reprendí.
-¡Uf!
Su teléfono sonó al mismo tiempo y no fui descubierta. Tenía una voz ronca.
-Sí, no la encuentro. Aquí no está. Has cogido al otro madero, bien. Pero no se dónde se ha metido esa putita. Acababa de llamarme putita. Se iba enterar. Me descolgué sigilosa y abrí la puerta. Hacía dos como yo. Mis llaves recién aprendidas de taekwondo no creo que funcionaran con semejante orangután, pero yo y mi arma eramos letales. Ahora tenía que actuar, y rápido. Grité como nunca y el tipo se asustó. Le disparé en la pierna, dio un alarido. Se giró lazándome un cuchillo, que esquivé, incrustándose
en la puerta. Le disparé en la mano, lo desarmé y lo até con mis esposas a la tubería del water.
–Ahora voy a coger tú teléfono y vamos a llamar a tu colega y le vas decir que tienes un plan: que venga con el poli o te pego un tiro. Ya habrás comprobado que estoy un poco loca.
Le puse el arma en la cabeza, marqué y lo puse en manos libres. Obedeció, no podía creer mi suerte. Limpié el suelo y lo amordacé.
Entré en el primer cubículo. Esperé a que llegaran y me escondí. Entraron. Mi compañero estaba echo una piltrafa, yo era adrenalina pura. Respiré, me descalcé, salí sigilosamente y me abalanze sobre él poniéndole el arma en la cabeza:
– Tira la pistola o te pegó un tiro.
En ese momento nos rodearon por fin habían llegado los refuerzos, tiré mi arma y detrás caí yo.