No era un día cualquiera. La neblina de la calle hacía juego con mi estado de ánimo, hasta que me quité las gafas. La presunta niebla era suciedad en las lentes. La vida era una mierda y ahí estaba yo para demostrarlo. Dirigí mis pasos como de costumbre a mi despacho, que comparto con la pescadería de Paco “el Chanquete”. Es un tipo curioso. Capaz de llorar viendo una telenovela, tras haber vapuleado a tres bocazas. Hay gente que no sabe con quién se juega los cuartos.
Di los buenos días y me señaló con la mirada a una joven que esperaba impaciente junto a la entrada del local.
Esta joven pregunta por ti.
Me acerqué a ella y la invité a acompañarme. Mientra me sentaba detrás de mi mesa de despacho, lancé el sombrero al perchero de pie, comprado a propósito para ocasiones como esta.
Me llamo …
Susana Sánchez Ramírez y trabaja en el Mercadillona. Entra en el turno de las 12.
¡Asombroso! Es tal como me lo describieron.
Capital. Lleva la tarjeta identificadora y el traje. Además, está aquí, por lo que habrá de trabajar en el segundo turno. ¿En qué puedo ayudarle? Y siéntese, por favor.
Mi marido ha desaparecido.
Gran parte de mi trabajo es la espera. La espera bajo la lluvia. La lluvia, que incesante golpea la cubierta del coche. Marca el ritmo de un compás asonante, cuya cadencia me absorbe en una monotonía melódica. La vida es un baile. Inteligible para mí. Veo mi objetivo y me dispongo a seguir la pista. Es un callejón oscuro con luces de neón al fondo. No se puede leer el letrero, porque faltan letras. Basura en el suelo. Los compañeros de trabajo de Juan, me dieron esta dirección como la última en el que estuvieron con él. Todos se fueron y él se quedó, al parecer, charlando con el camarero, hacía ya una semana. La policía no suele ahondar en estos casos, a no ser que se trate de un personaje.
La vida es un trampantojo. Siempre me ha gustado la palabra. Y hay personas que viven sus vidas para ser narradas, no vividas. Jesús, era el nombre del desaparecido. Encontré su cadáver en el fondo de un barranco. Le dieron un navajazo y siguió bebiendo en un pub. Apenas sangraba. Por fuera. La hemorragia era interior. Se desangró sin darse cuenta de que la vida se le iba. De lo que dejaba atrás. Decidió su triste final sin ser consciente. Los detalles de su vida me revolvieron las tripas. Tenía una hermosa mujer y un niño que le adoraba. Pero prefería ser un personaje de novela. Ni siquiera recuerdo cómo le di la noticia a su viuda.
A veces, intento comprender por qué. Otras, me dejo llevar. Nada parece tener sentido.
La vida es un día gris.