LA PERLA CUBANA
Sucedió en mis vacaciones, no fue premeditado, sencillamente aquel caso enrevesado
apareció sin previo aviso. Me encontró de una forma absolutamente discreta, en el hall
del hotel, su presencia llegó a mis sentidos y me embriagó. Casi sin darme apenas cuenta
yacía en la cama de mi habitación, con aquella desconocida. No sé cuánto tiempo pasó,
hicimos el amor y ahora despertaba sudoroso al lado de un bello cuerpo sin vida, vestida
únicamente por una perla oscura y enigmática.
No había signos de violencia física, pero evidentemente alguien quiso dejarme un recado,
y yo recogí el guante.
Comencé la averiguaciones de inmediato, y me di cuenta que aquella perla cubana tenía la
respuesta a todo lo sucedido. La noche anterior intenté comprar una igual, iba a ser un regalo,
un recuerdo de un viaje que pensaba “inolvidable”.
Aquel tipo fumaba un gran puro habano, miraba con desdén y señalaba la perla en cuestión.
En la cena, fui testigo de la nueva ubicación de tan caprichosa joya, ¡el cuello de una mulata escultural!, de pechos turgentes, prácticamente desnudos en un vestido de gasa trasparente.
Cenaba con aquel tipo de puro pegado al rostro, cual apéndice incorporado a una fisonomía
de aspecto ciertamente primitivo.
La chica debía ser su querida, y evidentemente hacía ostentación de ella. Mi innata curiosidad,
unida a mi reciente licencia para investigar como detective privado, hizo que fuese un poco más allá.
Aquel tipo resultó ser un magnate de la industria cinematográfica en busca de saciar sus más
depravados instintos. Un habitual de aquel hotel, y una más de las potenciales víctimas con las
que pretendía vencer al paso del tiempo.
No obstante, continué siendo principal sospechoso del “aparente asesinato” de la chica, aunque las primeras conclusiones forenses, indicaban que pudo deberse a un fallo cardiaco durante las relaciones sexuales mantenidas en la noche de autos.
La directora del Hotel, una divorciada de mediana edad, madre de una adolescente con aires de Lo_ li_ ta, me facilitó algunos datos acerca del susodicho magnate y sus frecuentes estancias en las mejores suites del hotel caribeño. Con todo ello, pude encajar algunas piezas y provocar de algún modo el paso en falso que delatara de una forma inequívoca al culpable de tal situación.
El resto de mi estancia consistió básicamente en frecuentar los ambientes del sujeto en cuestión y tratar de reconstruir de algún modo la secuencia de los hechos. Dudaba del diagnóstico preliminar, ya que la edad de la bella cubana y una actividad sexual para nada salvaje, me permitía seguir confiando en mi absoluta inocencia.
Así y todo la trama fue complicandose por momentos y como sospeché en un principio, la pequeña perla negra de origen caribeño tenía en su origen la respuesta final, aunque eso ya es otra historia…