LA PUTA VIEJA ESCUELA
Igor García Vico | Sven Fax

Crack. El primer guantazo le parte la nariz. Unos riachuelos de sangre se deslizan por su hocico y le dan un aspecto gracioso, como de payaso triste. Me remango. Cojo un listín telefónico. Me gustan. Soy de la vieja escuela. Corrijo: yo soy la puta vieja escuela.
Bum. El soplamocos le parte un par de dientes. Los escupe y gime como un cerdo. Por un momento, mi dulce corazón siente una brizna de ternura, pero crujo el cuello y se me pasa.
Sigo azotándolo y ensayo una sonrisa sardónica en mis labios para evidenciar el placer que siento al zurrarle como una estera. Él me mira muerto de miedo y percibo una sensación familiar. Es como si me empalmara al escuchar sus súplicas, la sangre, la carne, los huesos. Crepitan como al mordisquear un hielo. Tenso la mandíbula. Tengo que frenar.
Le agarro del pelo y le levanto la jeta. Parece una sandía machacada.
–¿Dónde coño está?
–No… no… no sé.
–A ver, parece que las hostias te están volviendo tartaja.
Le pego otra vez sin ganas, simplemente para marcar paquete. Aquí estoy yo. La puta vieja escuela. Hammett me lame los cojones. Scorsese me limpia los zapatos. Chandler me compra el pan todos los días y no le dejo ni quedarse con las vueltas.
Aparto el listín. Una señal: vengo en son de paz.
–Venga, tarado, ¿dónde está la chica?
–Que no sé nada, hostias.
–Modela tu vocabulario, anormal.
Enciendo uno de sus cigarros y le echo el humo. Rebusco en sus cosas: unos pollos de anfeta, un móvil de prepago y otro personal, una billetera con tarjetas a nombre de otros tipos, un rosario…
–¿Eres creyente? –pregunto.
–¿A qué viene eso?
–A que si no quieres ver al puto Dios más vale que hables con este Mesías.
–No puedes tocarme.
–Ya te he fabricado una cara nueva y sin estudiar ni una hora de medicina. Tengo muchos dones ocultos, payaso.
Él solloza.
–Ya sé lo que podemos hacer. ¿Cómo llevas la tolerancia al agua hirviendo?
–Joder… no…
–Veo que sabes de qué va la película.
Le vuelvo a echar el humo y disfruto. Crujo los nudillos.
–¿Y bien? ¿La chica?
–Cómeme los huevos.
No hay nada que más me joda que las faltas de respeto. Puedes ser un yonqui, un chapero, un político o lo que quieras del más bajo estrato social, pero ¿qué te cuesta ser educado, joder? Le zurro con la mano abierta primero. Luego le apago el cigarro. No lo hago en la cara, porque está tan golpeado que ni la siente. Así perdería la gracia. Bajo sus pantalones y se lo incrusto en los cojones. ¿Qué es eso? ¿Llora? Sí, está llorando.
Suena mi móvil. Cojo.
–Flamingos al habla.
–Tienen a la chica. Se había intentado escapar de casa. Estaba intentando tomar un tren a Benicarló.
–Bien –ladro.
Cuelgo. La he jodido. Levanto la pipa y le clavo una bala en el ojo. Acabo el trabajo. No hay mal que por bien no venga, un gilipollas menos.