LA REUNION
TAMARA ACOSTA DIAZ | LUNATICA

Es medianoche y en las sombras de un bosque tenebroso, al cobijo de un árbol centenario que con sus ramas y la luz de la luna crea figuras en el suelo, un grupo susurra temeroso de ser oído.
—¿Cómo puedes estar tan segura de que nunca lo encontrarán? —En el temblor de su voz, Aurora deja ver el pánico que siente.
—No tenéis de qué preocuparos, me he ocupado del problema.
—¿Y si acaba saliendo a flote?
—Lo he atado fuerte, nunca escapará de las profundidades —Ariel formula estas palabras sin un ápice de arrepentimiento en la voz.
Cenicienta solloza mientras unos leves hipidos salen de su pecho.
—Vamos a ver, ¿por qué lloras? ¿Se lo merecía o no? —pregunta duramente Blancanieves—. Sabemos que sí.
Las demás presentes asienten al unísono con la mirada puesta en el suelo.
—Que se pudra. Ya no es asunto nuestro —Ariel se levanta, dando por zanjada la reunión.
Aurora la sigue, preocupada de que sus hadas madrinas noten su ausencia después de tantas horas.
Cenicienta tiembla aterrada y Blancanieves se sienta a su lado para ofrecerle consuelo.
—Ya has escuchado a Ariel, se ha encargado de él, no tienes nada que temer.
—Pero yo le quería —contesta Cenicienta con tristeza—. Íbamos a casarnos.
—¡Contigo y con todas! ¿De verdad eres tan ingenua después de todo? —exclama Bella, enfadada—. Está donde tiene que estar. Venga levanta, que te acompaño a tu castillo —sentencia.
Las cinco princesas abandonan el lugar prometiendo no volver a verse nunca más.

Unas horas antes

¿Cómo voy a salir de este embrollo? Mi dulce Cenicienta, tan entregada… me da la paz y el bienestar que todo príncipe necesita. Y Blancanieves, con esa valentía y coraje… la admiro y aprendo de ella día a día. Aurora… ¡Cuánto la deseo! Tan hermosa como su nombre indica, un amanecer que llena de luz cada instante de mi vida. La inteligencia de Bella me asombra; exploto de amor cuando la veo inmersa en sus libros. Y Ariel… mi sirena… un ser único y extraordinario, me lleva a otro mundo tan solo con una mirada de esos verdes ojos. Sería un necio si dejara escapar a alguna de ellas. Y todas me aman… ¿Qué puedo hacer? Tal vez me he equivocado a la hora de pedir matrimonio a todas mientras me decido… no quiero perder a ninguna, pero no hago más que complicarlo. Mañana mismo tomo una decisión.

Hoy Blancanieves me ha citado al anochecer, algo inusual en ella. Me está insistiendo en que pruebe un pastel de manzana que lleva toda la tarde elaborando para mí, ¿será nuestro aniversario? Imposible acordarme de todos. Yo no tengo hambre, pero cómo decirle que no. Me mira fijamente, pero ¿qué le pasa? nunca entenderé a las mujeres. ¿De qué me he olvidado esta vez? De repente siento un mareo y noto como mis músculos se entumecen. Descubro una leve sonrisa en su cara y soy consciente de lo que ocurre: ¿Me ha envenenado?