LA SALA
SARA MARTÍN RODRÍGUEZ | Sara Martín

Un día más, me senté frente a mi monitor comprobando que todo fluyera. Me hundí ligeramente en mi silla mullida y estiré el cuello haciéndolo crujir. Vi de soslayo mi reflejo en el cristal. Estaba descuidado.

Mi profesión era muy importante en la realidad actual. Me encargaba de derivar a las personas que eran juzgadas por el sistema hacia la puerta de la libertad o hacia la del castigo. Siglos atrás, la humanidad se basaba en investigaciones para determinar la inocencia o culpabilidad de las personas. Cometimos errores, pero gracias al avance de la ciencia creamos el sistema “ProXy2”, la mejor inteligencia artificial. Nunca fallaba.

Yo, como romántico del pasado, llamaba a «ProXy2», Holmes. Me pasaba las noches visualizando películas, donde los protagonistas acompañados de un sombrero y una gabardina resolvían grandes misterios. Todo rodeado de un ambiente oscuro, de noches lluviosas y música de suspense.

De la sala colindante entró el primer acusado del día, haciendo que me evadiera de mis pensamientos por completo. Leí su ficha.

• Robo a mano armada en la central de chips
• Pruebas neuronales de testigos
• Con antecedentes

Mi intuición nunca fallaba, solía coincidir con el veredicto de Holmes antes de que lo diera. Me sentía como un auténtico detective.

La sala contaba con una puerta negra, una roja y un gran espejo como protagonista, que daba a mí estancia. El acusado se situó en el centro de la sala donde estaba señalado. Holmes creó un círculo a su alrededor y orbitó haciéndole un escáner, hasta llegar a sus ojos.

– Culpable- anunció Holmes.

Lo sabía, nunca fallaba, farfullé para mí mismo dando un pequeño brinco sobre mi vieja silla. Abrí la puerta negra. Normalmente los acusados sabían cuál iba a ser el veredicto y no ponían resistencia.

-No pienso moverme de aquí- reclamó el joven de peinado desaliñado mirando en mi dirección- Lo sé todo.

Sentí que se me desencajaba la mandíbula. Nunca en mis años de experiencia había ocurrido nada parecido. Me estaba desafiando.

– Avanza- grité.
– Escúchame, esto no funciona como crees- acusó con rabia.
– El sistema nunca falla.
– Esto viene de más arriba, tú eres una pieza más del tablero. Cuando “ProXy2” actúa, realmente nos está drogando y obedecemos saliendo por la puerta sin oponer resistencia. Lo descubrí en la central de chips y se cómo evadir ese aturdimiento. Está conectado a ti, solo tú decides.

Esa confesión me hizo dudar hasta de mi propia existencia. Yo siempre acertaba las decisiones de Holmes.

– Al centro- ordené.
Hice la prueba de nuevo pensando en su inocencia.
– Inocente
Solté una sonora carcajada.
-¡Lo ves!- gritó con exasperación.
-No eres inocente- inculpé.
-¿Qué?
Se quedó pálido.
-Robaste.

Asumí que era una marioneta, pero ahora con poder. Eliminé el efecto del espejo y esbocé una sonrisa de lado. Intentó huir, pero no tenía escapatoria, hice que la sala menguara hasta que no le quedó otra alternativa que salir por donde merecía. Tenía autoridad y me gustaba.