Agnes se encuentra frente al edificio en ruinas. El sueño es el mismo de siempre: Camina vestida de blanco entre la vegetación. Oye el cuervo que vuela en círculo sobre su cabeza. No sabe distinguir el lugar. Vomita, mientras observa las paredes de piedra, por las que corre la sangre como agua filtrada en la roca. Agnes sigue caminando. Toca su barriga, la acaricia, mientras avanza horrorizada. Cuando logra entrar, solo ve pasadizos y mazmorras húmedas. El cuervo la sigue. Ella se gira, una sombra se acerca y trata de gritar, pero no puede, distingue a alguien vestido de negro. Agnes se despierta, agitada, agarrando fuertemente su tripa y empapada en sudor.
Hace un mes que Úrsula ha desaparecido. No ha podido ir muy lejos, solo le falta un mes para dar a luz. Noviembre es frío, aunque sea en Sevilla, también es frío. La inspectora Ramírez se ha dejado la piel en el caso. Casi no ha dormido desde que Corina, la madre de Úrsula, llamó para decir que su hija, no había vuelto de un paseo por las inmediaciones del río. Algunos decían haberla visto cruzando el puente, dirección Triana, otros, cerca de la Torre del Oro. Su móvil dejó de dar señal a las siete de la tarde, en un punto muy cercano al río. Los buzos han peinado el Guadalquivir, pero ni rastro de Úrsula, su melena pelirroja no pasa inadvertida, aún así, nadie la visto. Se esfumó.
Corina agota las posibilidades y busca a la bruja. Le han dicho que no se fíe, pero está desesperada, Úrsula es lo único que tiene en la vida, ella y la pequeña Berta, que debería nacer hoy, 24 de diciembre.
Agnes le abre la puerta, y en cuanto la ve, un escalofrío ancestral recorre sus entrañas.
—Te esperaba.
Ambas mujeres aguardan la señal, agarradas a la fría barandilla del puente de Triana. La luna de las brujas se alza en el cielo, repartiendo su luz, mecida por las oscuras aguas del río.
Enfundada en vestido de satén, con tacones de aguja y olor a Chanel, una mujer rompe el silencio conmovedor, al cruzar el Callejón de la Inquisición. Es la señal. Se dirige al mercado de Triana. Sus ruinas, las del Castillo de San Jorge, se habían tragado, antaño, los gritos de horror y la sangre derramada por las brujas. Siguen a la mujer. Se adentran en las entrañas de río, las que quedan bajo las ruinas, las que nadie conoce, excepto ellos.
La Misa del Gallo da comienzo. El Padre Ángel está indispuesto. En su lugar, un joven seminarista ofrecerá el cuerpo de Cristo.
Agnes recuerda sus visiones, la sangre, su tripa. Sabe que es un ritual.
Corina no lo soporta. Cae agónica. La señora con olor a Chanel alza a Berta, que aún no ha llorado.
El seminarista alza la copa de vino.
En el Castillo de San Jorge, el Padre Ángel, alza la copa con la sangre de la bruja.