La luz que entraba por la ventana era la única que dejaba entrever la sangre que había en el suelo de la habitación. Las paredes eran oscuras y debajo de la cama se escondía una niña que abrazaba con terror su osito de peluche. Fue entonces cuando la sombra de un hombre coge a la niña del brazo y la saca de ahí. La pequeña empieza a gritar y a patalear encima de su hombro.
– ¡Basta!
El hombre la hace quedar inconsciente tapándole la boca.
Antes de salir de esa casa se puede ver los cristales rotos de un marco de fotos donde se puede distinguir la familia de esa niña: sus padres, su hermano y ella.
15 años después.
En la puerta de una habitación de hospital, un policía está hablando con una de las enfermeras.
– ¿Cómo está?
– Dormida. Tiene golpes por todo el cuerpo, como si la hubieran usado como saco de boxeo, pobrecita.
– ¿Agresión sexual?
– Todavía no lo sabemos, estamos esperando los resultados, pero es posible.
– Manténganme informado, por favor. -contesta el policía justo antes de entrar en la habitación.
La chica escucha el murmullo de los dos, y aturdida se levanta de la cama para irse.
– Me tengo que ir.
El policía la para. Era la primera vez que la veía, pero algo en ella no le encajaba.
– ¿Qué te ha pasado? Podemos ponerte protección si lo necesitas.
– Debe de estar preocupado esperándome.
– ¿Quién? ¿Tu novio? ¿Él te ha hecho esto?
– No él no. – le responde enseguida.
– ¿Qué edad tienes?
– 20.
El policía se coloca las manos a la cabeza en señal de impotencia.
– ¡Suéltame! -la chica aparta la mano del agente. -Me voy. -le afirma. – ¿Puede traerme mi ropa? – le pregunta a la enfermera.
– ¿La va a dejar ir?
– Es mayor de edad, la ley no me permite retenerla contra su voluntad.
El policía vuelve a comisaria.
– ¿Has podido hablar con la chica?
Niega con la cabeza. – Se ha ido.
– Seguro que está con un hijo de puta.
– No lo sé, hay algo en ella que me ha resultado familiar. ¿Quién la encontró?
– Fui yo. Un coche la tiró mientras iba por la M-30.
– ¿Documentación?
– Nada.
– Serán cosas mías… Es que se parecía a… Da igual dejadlo. – los compañeros le miran desconcertados. -Continuad trabajando, le dejé mi tarjeta por si cambiaba de opinión.
El policía vuelve a su despacho y coge la fotografía que hay encima de su mesa, donde está su familia: sus padres, su hermana pequeña y él unos 15 años atrás. Es la misma que había en esa casa.