La señora Steinbeck
Alejandrina Pardo passo | Lexi Nicholson

Como cada viernes fui al mercado compré mi comida del mes y traje también suficiente para mi gato Max. Cuando llegué a casa me recosté a descansar. Por la tarde saltó la noticia del COVID-19, nos encerraban. Cogí aire, calculé si tenía todo lo necesario para sobrevivir muchas semanas , luego, cené y me fui a dormir.
Y así comenzó mi vida en bucle.
 Pasaron días , semanas y meses y seguíamos confinados, una vida gris. Ya ni me apetecía mirarme al espejo, no escuchaba a Max imagino se habría confinado bajo algún mueble viejo. 
Y siguieron pasando los días, tantos que deje de contarlos, recordé que Max en algún momento había roto el único espejo de la casa, pero me daba igual si nadie vendría y los vecinos, como yo confinados tampoco lo harían.
Lo que me llamaba la atención es que por estar en penumbras cada día veía menos y el apartamento cada vez parecía más viejo y roído.
Pero  por algún motivo , no recuerdo bien.. la televisión y el internet habían dejado de funcionar, pero los libros me hacían compañía.
 
Una mañana escuché música , venía del piso de la  Sra Steinbeck, seguramente su nieto la visitaba. Así que sali a golpearle la puerta. 
Vi varios desconocidos vestidos con ropa extraña , nadie me saludaba, ni siquiera me reconocían.
Toque el timbre de la Sra Steinbeck y salió un chico joven con pelo de colores le pregunté por Esther, me dijo que no la conocía , pero que si sabía que cuando él cogió el piso la propietaria anterior había fallecido hacía tiempo.Y me pregunto si yo era la señora mayor que se había encerrado desde hace tantos años en el piso  de al lado  y que jamás se le había vuelto a ver desde aquel día 13 de marzo de 2020. 
 
Desde la puerta pude notar en el espejo del recibidor el reflejo una mujer muy mayor , le pregunté quién era y el esbozo una sonrisa diciéndome: Es su propio reflejo, señora.
Me quedé atónita. ¿Cómo podía ser, si yo recordaba perfectamente que cuando nos confinaron aquel marzo del 2020, yo solo tenía sesenta años y la anciana que  veía reflejada en el espejo era una mujer de mínimo ochenta.
 
Entré en schock , y el muy amablemente me explicó que desde aquella pandemia de la cual todos hablaban como de un hecho histórico habían pasado más de veinte años.
Volví a mi piso , busqué a Max, solo encontré sus huesos debajo de un viejo mueble ya roído por las polillas. Pero seguía sin comprender por qué cada día delante de mi puerta encontraba un plato de comida. Según el muchachito todos sabían que existía una señora muy mayor que estaba sola y muy viejita y  que durante todos estos años la Sra Steinbeck, decidió comenzar esta práctica y antes de fallecer determinó que cedería el piso a quien se encargara de dejar cada día un plato de comida para su amiga.