La tranquila localidad de Soria, conocida por sus leyendas y mitos oscuros, se veía sacudida por un crimen atroz. El interventor del ayuntamiento, un hombre de reputación intachable, había sido asesinado de un tiro entre ceja y ceja en el oscuro y tenebroso bosque de ribera que rodea la ciudad. La policía acudió al lugar de los hechos y empezó a procesar el escenario del crimen.
Todo apuntaba a que el alcalde había contratado a un sicario para matar al interventor, ya que este último estaba a punto de destapar una trama de corrupción que involucraba al propio alcalde y a varios de sus colaboradores. El concejal de urbanismo y el presidente del club de fútbol también eran sospechosos, ya que se movían como pez en el agua con la mafia de promotores que controlaba gran parte del negocio inmobiliario en la población.
Sin embargo, el detective encargado del caso, el afamado pero oscuro y desaliñado inspector Damian Mortensen, tenía otra teoría. Después de hablar con varias personas cercanas al interventor, había descubierto que este mantenía una relación con su secretaria, que casualmente era la mujer de su mejor amigo, el tesorero del ayuntamiento.
Tras realizar una investigación exhaustiva, Mortensen concluyó que los asesinos que habían contratado al sicario eran precisamente el tesorero y su mujer. Todo había sido una trama muy elaborada para conseguir que el marido de la secretaria consiguiera la plaza de interventor, un puesto que le permitiría tener acceso a información confidencial y controlar así los negocios corruptos del ayuntamiento.
El asesinato del interventor había sido un crimen frío y calculado, llevado a cabo por personas que no dudaron en utilizar las cloacas del ayuntamiento para conseguir sus objetivos. Pero gracias a la sagacidad del inspector Mortensen, la justicia prevalecería y los culpables serían llevados ante la ley para responder por sus crímenes.