Laberinto Mortal
Miriam Martínez Villar | Calma Martínez

Marta, una periodista de investigación en Madrid, recibió una invitación anónima para asistir a una exclusiva fiesta en una mansión a las afueras de la ciudad. Intrigada por la propuesta y siempre en busca de una buena historia, decidió aceptar la invitación.

Al llegar a la mansión, Marta se encontró con otros siete invitados, todos ellos desconocidos entre sí. Poco después, una voz distorsionada sonó a través de los altavoces de la casa, anunciando que todos habían sido secuestrados y encerrados en el interior. La única forma de escapar era resolver una serie de acertijos mortales.

Marta sintió un escalofrío al comprender que se encontraba atrapada en una pesadilla real. La voz les informó que, a medida que resolvieran los acertijos, se les presentaría pruebas cada vez más difíciles y mortales. Cada prueba costaría una vida, y solo aquellos que lograran llegar al final podrían salir con vida de la casa.

Los invitados, liderados por Marta, comenzaron a colaborar en la resolución de los acertijos. Sin embargo, pronto se hizo evidente que la casa estaba diseñada para fomentar la paranoia y la desconfianza. Con cada prueba superada, un invitado moría de manera espantosa, y el grupo se volvía más desesperado y receloso.

Marta, utilizando sus habilidades como periodista, empezó a investigar el pasado de cada uno de los invitados, buscando pistas que pudieran ayudarles a resolver los acertijos y, al mismo tiempo, descubrir quién estaba detrás de este macabro juego. Con cada nueva revelación, las tensiones crecían, y los invitados empezaron a sospechar unos de otros.

A medida que el grupo se reducía, Marta descubrió que todos los invitados compartían un oscuro secreto: cada uno de ellos había sido cómplice, de alguna forma, en la desaparición o muerte de una persona en el pasado. Al enfrentarse a sus propias acciones, los supervivientes comenzaron a comprender que este juego era un castigo por sus pecados.

Finalmente, solo quedaron Marta y otro invitado, un hombre llamado Raúl, que confesó haber sido responsable de un trágico accidente de tráfico en el que murió una joven. Juntos, resolvieron el último acertijo y lograron escapar de la casa.

Una vez fuera, Marta y Raúl encontraron la identidad de su captor: un hombre enigmático que había perdido a su hija en circunstancias similares a las que había vivido cada uno de los invitados. Consumido por el dolor y la venganza, había decidido hacer justicia por mano propia.

Aunque Marta había sobrevivido al laberinto mortal, la experiencia la había marcado para siempre. Decidió compartir su historia, no solo para denunciar al captor y honrar a aquellos que habían muerto en la mansión, sino también para recordar a sus lectores que las acciones tienen consecuencias y que, a veces, la justicia puede adoptar formas inesperadas.