Las dos maletas de ruedas y la bolsa del súper con el calzado
SAIDA RKIEK SGHIAR | Sara

Abro el mapa nada más aterrizar en Madrid. Llego en tren. Busco confusa Lavapiés. El viento no me deja ver con claridad mi destino. ¿Es un augurio?
Pregunté cómo llegar a mi destino a una joven guapa que llevaba un uniforme de vigilante. Me aconsejó coger el metro.
Bajé del metro. Me dirigí al piso utilizando una aplicación del móvil.
Llegando a la puerta de la vivienda, y justo antes de llamar por el timbre, nada más dejar mis dos maletas de rueda y posar la bolsa del súper con el calzado, me llega un WhatsApp al móvil. Qué pasa aquí? ¿Hay cámaras o qué?
No llames. No hay nadie en casa. Te dejé la llave debajo del felpudo.
Cojo la llave y entro en casa. Me encuentro en el salón. Una sensación de escalofríos se propagó por mi cuerpo. Dejo las dos maletas de ruedas y la bolsa del súper con el calzado en el suelo. Abro la ventana y respiro.
Repaso desde el salón las estancias donde tendré que pasar mis próximos 10 meses. Me lo prometí a mí misma. Hasta que no termine el máster con un sobresaliente no pienso volver a Sevilla.
Me dirijo al pasillo. Tres habitaciones. Dos con las puertas cerradas y una con la puerta abierta. Deduzco que es la mía. Vuelvo al salón para recoger las dos maletas de ruedas y la bolsa del súper, me dirijo hacia la habitación. Entro. Me llama la atención dos edredones tirados encima de la cama. Suspiro. Pienso que la anterior inquilina era desordenada. Poso por tercera vez las dos maletas de ruedas y la bola del súper, me dispongo a recoger la cama. Me quedo de piedra. Sin respiración. El movimiento de mi cuerpo suspendido en el aire como si fuera un globo.
Suelto el edredón. Con un impulso ajeno a mi persona, cojo el teléfono y llamo a la policía. En mi cama había una chica muerta. Tenía la cara casi azul. Y justo después de llamar a la policía y salir a la calle, pensé en que podía haberme ido sin más. Qué obligación tenía de llamar. Seguro que me harán un interrogatorio. Me tomarán las huellas. Me harán fotos…
A medida que iba pensando en ello crecía mi indignación y el enfado conmigo misma. Y justo cuando estuve tan enfadada e histérica, empecé a pensar que estaba mis huellas en la puerta de la casa. Una de las chicas tenía mis whatsapps, mi ubicación, y se podía demostrar que yo estuve allí.
La policía tardó 15 minutos en llegar. Para mí, fueron 15 años.
Empecé a pensar en quién podía ser esa chica. ¿Quién de las otras dos la habría matado? ¿Puede que el asesino sea su novio o su novia? ¿Puede ser una muerte accidental?
Luego, con el paso del tiempo, hasta me sentí orgullosa de mi misma por haber llamado a la policía, no tocar nada, y quedar relativamente tranquila esperando. Total, yo no hice nada…o sí?