Las flores
Alba Serrano Cumbreras | Libertad Serena

Salió con las esposas puestas, la única incógnita sin resolver era qué hora era cuando se precipitó al vacío.

El reloj marcaba la hora del café, los pasteles olían como recién horneados, el vapor de la ducha seguía en el ambiente. Siento latir la tierra bajo mis pies, el tren que va a la sierra ha ido y vuelto dos veces, la señora del carro de la compra ha dejado la publicidad en todos los buzones, el tedioso vecino con flequillo golpea el piano, los gorriones se guarecen del sol, el señor arrugado apaga su cigarrillo. La respiración contenida esperando esa llamada que siempre llega a la misma hora. Este instante sabe a queso con uvas. Una vez al día suena la sirena del muelle y ya sonó. El amargor del tratamiento me araña la garganta. Suena la segunda lavadora del día. Pita la olla de la del tercero. La sombra del edificio de detrás del parque ya está en mi salón. El señor y la señora trajeados ya han llegado a casa. Se ha secado el poso del café. Veo sonar las campanas a lo lejos. Ella debía haber regresado ya y solo llegaron sus flores. ¿Qué hora es?

El reloj marcaba la hora del café y ella no había vuelto.