Las fotos
Mª Cecilia Valbuena Balanza | Cecilia VB

El detective Daniel Martínez encendió un cigarro y se recostó en el sofá. Llevaba horas revisando los informes y seguía sin saber quién era el asesino. Tenía la documentación sobre la mesa del salón y una pizarra con fotos. Dio una calada, dejó el cigarrillo en el cenicero y se levantó para mirarlas. Desde allí le miraban tres chicas de 19 años, rubias, con melena lisa sobre los hombros y toda una vida por delante. Las tres habían sido asfixiadas con una cuerda, pero no había otros rasguños ni señales de violación. Las tres fueron abandonadas desnudas en la playa, mirando al cielo, encontradas con un mes de diferencia y en posturas distintas. Lucía tenía los brazos en jarras; Sara los tenía sobre el torso, tapándose el pecho y Miriam, hacia arriba, como si se estuviera estirando. ¿Qué significarían aquellas posturas? Daniel miró el calendario cuando un dolor agudo atravesó su cabeza. Se avecinaba una jaqueca. Ignoró el dolor y volvió al calendario. Las tres habían sido asesinadas en las noches de luna llena. Aquella noche lo era y no quería encontrarse otra víctima. Volvió a mirar las fotos y las miradas alegres de las chicas le hicieron a recordar a María, su primer amor. Qué verano más maravilloso… Daniel fue a su habitación y cogió su album de fotos. Habían pasado veinte años, pero seguía amándola. Abrió el album y empezó a ver las fotos cuando otro dolor agudo atravesó su cabeza, esta vez, duró más. La jaqueca avanzaba. Hacía un mes que no la sufría. Daniel siguió viendo las fotos de aquel verano. Vio la foto que le hizo a María en la discoteca, con los brazos en jarra. Vio la foto de la playa en la que María volvía de darse un baño, estaba en topless y, cuando vio que sacaba la cámara, se tapó con los brazos el pecho, sonriente. Vio la foto que le hizo una mañana al despertar, cuando se estaba desperezando. Su melena rubia brillaba con los rayos del sol. “Ay María te di todo y así me lo pagaste”. María le dejó al final del verano porque se iba a la ciudad y no quería ataduras. El mundo de Daniel se vino abajo, estaba completamente enamorado. Rogó, suplicó… pero María lo tenía muy claro. Daniel no volvió a saber nada de ella, pero él se consolaba viendo aquellas fotos. La jaqueca lanzó un nuevo dolor, más intenso y con un escalofrío. Miró las fotos por última vez, cuando algo le llamó la atención. Brazos en jarras… brazos tapándose el pecho… Cogió una de las fotos y fue al salón. La puso al lado de una las víctimas. No podía ser… Un tercer dolor atravesó su cabeza junto a imágenes confusas. Daniel comenzó a sudar y su respiración se aceleró. Las manos le temblaban, la jaqueca se intensificó y se desmayó. A los pocos minutos, se levantó con la mirada nublada, fue al cajón, cogió la cuerda y se marchó.