LAS OLAS VUELVEN
Ana Alcocer Parra | GLAUKA

Estaba muy nerviosa, dejaba atrás por primera vez a sus hijos y pensar en el avión o el camarote empeoraba su claustrofobia, pero tenía tantas ganas de viajar…
Había organizado el crucero en compañía de unos amigos y eso la tranquilizaba, además una semana antes de zarpar, supo que les habían asignado camarotes con balcón así que ya había empezado a relajarse, unas pocas biodraminas en el equipaje y a ¡disfrutar!
Primera etapa, estupendo el trayecto en el avión.
Embarcaron y soltaron las maletas en el camarote 513, preciosas vistas al mar……
Pasaron toda la tarde descubriendo los lujos de aquella inmensa ciudad flotante. Había miles de personas en aquel crucero, pero empezó a sentirse observada. Un hombre de unos sesenta años clavaba una mirada tremendamente triste en ella, se sobresaltó, pero enseguida el señor desapareció y ella agitó la cabeza para despejar cualquier pensamiento absurdo.
Estaban cansados después del madrugón y se dirigieron a la habitación para descansar, la puerta estaba abierta, no faltaba nada, pero en el aire aún ser respiraba el olor de un puro mezclado con un aroma a jazmines y sobre la cama un tulipán rojo.
No tocaron nada y asustados fueron a buscar al director del crucero, puede que hubiera sido una confusión. ¡¿Cómo?! Obviamente la reclamación estaba hecha y a ello iban cuando al salir de aquel pasillo le invadió el mismo olor, acababa de cruzarse de nuevo con aquel sujeto… entonces pidieron ver al jefe de seguridad.
Cuando el capitán Adame oyó la descripción del tipo que ella creía que había invadido su intimidad asintió con la cabeza:
Hace diez años una pareja que celebraba sus veinticinco años de casados se alojaba en el camarote 513. La segunda noche el señor Márquez se despertó y no encontró a su esposa. El móvil estaba sobre la mesa, así que decidió salir a buscarla. Amaneció y ella no aparecía, decidió pedir ayuda y toda la seguridad del barco, yo mismo al frente, nos dejamos la piel en una búsqueda infructuosa, incluso el barco volvió a la posición en la que suponíamos que estaba cuando desapareció, pero todo fue inútil. Como otras veces, se concluyó que la pasajera Ana Duarte Mendoza se había suicidado. Su marido no lo asimila y cada dos años, cuando logra reunir el dinero para el viaje, vuelve al barco en un intento desesperado por volver a sentirla.
Ahora si ustedes quieren podemos proceder a la denuncia y a la reclamación, en cualquier caso, don Miguel Márquez será desembarcado en el próximo puerto.
Lo único que quería urgentemente era cambiar de camarote, tenía un nudo en la garganta y un presagio negro se cernía sobre su cabeza, sólo llevaba seis meses sin tratamiento, el crucero era un acicate más en su recuperación. Salió ganando porque le asignaron una suite maravillosa, aunque ella tuvo que recurrir a una dosis mínima desde que conoció tan triste desenlace.
Puerto de Barcelona, dos policías, un hombre destruido……