—Buenas noches, me gustaría cenar —saludo en mi idioma.
—¡Qué agradable encontrar a una española! —me contesta con una sonrisa espléndida.
Durante le cena me muestro coqueta. No se separa de mi mesa con la excusa de que hay pocos huéspedes.
—¿Qué trae a una chica como tú a este pintoresco hotel en mitad de los Alpes?
—Estoy escribiendo una novela.
Advierto un gesto de sorpresa en su rostro.
—Pues estas de suerte, Le mont paisible es el sitio perfecto para encontrar la paz.
Las lágrimas amenazan con salir, así que me excuso y subo a la habitación. Asqueada, abro el diario y releo las líneas que ya sé de memoria:
«Esto es maravilloso. La inspiración se siente en cada rincón. Las inmensas montañas
son guardianas de los valles, que albergan casitas de madera sacadas de un
cuento. La nieve de las montañas contrasta con el verde, dando lugar a un cuadro de gran
belleza. El personal del hotel es muy agradable. Anoche conocí a un camarero español.
Se llama Iñaki. Seguro que haremos buenas migas».
A la mañana siguiente, reflexiono con el humeante café en la mano. Antes de darme tiempo a tomar una decisión, él se me adelanta:
—A las tres acabo mi turno, ¿te gustaría ir a patinar al lago?
—¡Me encantaría! Tengo coche alquilado; yo conduzco —contesto rápido, sin dejarle opción.
Después de una ducha caliente vuelvo a coger el diario y voy directa a la última página escrita:
«Jamás pensé que aquí encontraría a mi alma gemela. Iñaki es todo lo que siempre he soñado.
No le he hablado de él a nadie. Estoy evitando las llamadas de mi hermana,
porque estamos tan unidas que enseguida notaría que algo pasa.
Él me ha pedido que seamos discretos. El secreto aviva más el deseo que nos tenemos.
Hoy cuando acabe su turno iremos a patinar al lago. Sé que será especial y romántico».
Conduzco de forma natural. Antes de llegar a un cruce que pueda delatarme le administro rápidamente el inyectable. Ya diviso el cobertizo que tantas veces he visto en las noticias. Está abandonado en la ladera de la montaña.
Aparco y arrastro el cuerpo. Espero a que se despierte y cuando esto sucede, disfruto al ver sus ojos que me miran estupefactos suplicando clemencia.
—Sé quién eres, y tú sabes por qué estamos aquí. Puedo hacerme una idea de todo lo que le hiciste a mi hermana en este mismo lugar, la autopsia reveló muchas cosas; pero no quiero dejarme nada, así que vas a ser tú quién me guíe, paso a paso.
—Por favor suéltame, te estas equivocando de persona, te juro que no sé de qué me hablas…
Ignoro sus palabras y cojo la sierra mecánica.
—Me lo dirás por las buenas o por las malas. De momento intuyo que esto fue lo primero que utilizaste —pronuncio las palabras y a continuación secciono tres de sus dedos mientras sus gritos desgarradores consiguen sanar una pequeña parte de mí.