LEY Y JUSTICIA
JESUS MARIA ERAÑA ERRASTI | Itsarre

‘- ¡Joder!
– ¡Has despertado, Juan! No me pareció que te diera tan fuerte.
– ¿Cómo sabe mi nombre?
– Lo sé todo sobre ti.
– ¿Quién es usted?
– José Pérez, no me conoces. A quien recordarás será a Laura Quintero.
– La agente que me arrestó y me dio una paliza que casi me deja paralítico.
– Te arrestó y te dio una paliza cuando lo que quería era matarte por haber violado y asesinado a su propia hija. Aquello provocó su expulsión de la policía. Terminó suicidándose impotente ante el dolor y la rabia.
– Ya he pagado por eso, he pasado quince años en la cárcel. Nunca quise matarla, fue un accidente.
– ¿No? ¿Bastaba con violarla? Te equivocas, uno solamente paga cuando se hace justicia. Tú has cumplido la condena que te impuso la ley.
– ¡Está loco!
– Cierto, loco por haber perdido a las dos personas que más quería porque un malnacido me las arrebató de cuajo.
– ¿Y qué tengo yo que ver?
– Soy el viudo de Laura y padre de Andrea.
– Tengo mucho dinero, pídame lo que quiera.
Tras tomar un cruce, Juan palideció.
– ¿Dónde vamos?
– A tu casa.
El vehículo se detuvo junto a una enorme villa.
– Hubo un tiempo en el que ley y justicia coincidían. En el mil setecientos antes de Cristo, el Código de Hammurabi dictaba el principio de reciprocidad exacta. ¿Sabes lo que es? Si un arquitecto diseñaba una casa y ésta se derrumbaba matando al hijo del propietario, la ley establecía que se matara al hijo del arquitecto. Y así sucesivamente.
– ¡Suélteme!
– Aparece también en el Antiguo Testamento y siguió vigente para el judaísmo, la Ley del Talión. Ojo por ojo y diente por diente.
– ¡Suélteme!
– Abre la puerta.
– ¡No!
– Abre o te corto los dedos hasta dar con el correcto.
Cuando llegaron a la casa, José salió del coche, apuntándole con una pistola, cortó las bridas que le inmovilizaban.
Juan tocó el timbre.
Esperaba que abriera la chica, y a una orden suya, escapara y avisara a la policía.
Pero quien abrió fue Marta, su hija.
– ¿Qué te pasa, papa? -reaccionó, ajena al extraño que los encañonaba- ¿Quién es usted?
– Hola Marta, pregúntaselo a tu padre, él te contará porque estoy aquí.
Les obligó a sentarse en dos sillas y los amordazó.
– Marta, para que conozcas directamente la historia vamos a escenificarla ¿te gusta el teatro? Tú serás la protagonista.
– Ramírez ¿qué ha pasado aquí?
– No lo sabemos, inspector. Explosión por escape de gas, tres víctimas, dos de ellas, los residentes, Juan Martínez de la Hidalga y su hija Marta. El tercero, José Pérez, electricista.
– ¿Electricista?
– El dueño y su hija estaban maniatados y el tercero presenta un balazo en la sien.
– ¿Cómo?
– Nos informan que la bala salió de un arma reglamentaria del cuerpo de policía, dada por desaparecida hace catorce años.