El timbrazo impertinente del móvil la sacude, desconcentrándola. Revuelve nerviosa los papeles que se apilan a montones en su mesa de trabajo, mientras el móvil suena y suena – por qué elegí este timbre tan estridente, a ver si lo cambio de una vez – y cuando lo encuentra, sorpresa: Álex.
– Álex, ¿qué pasa? ¿No estás en el instituto? ¿No quedamos en que no uses el móvil cuando estés ahí?
– Mamá, perdona, ya lo sé – Carmen se yergue sobre el asiento: se ha dado cuenta de la tensión en la voz de Álex – pero te prometo que es importante, de verdad. Escucha, ¿tú has visto mi llavero? El de la guitarra eléctrica que me regaló la tita. Ese que dices que es tan grande, que pesa.
Carmen cierra los ojos levemente.
– Sí, claro, tu llavero donde tienes las de la casa y el portal. No, no lo he visto. ¿Has perdido las llaves? Álex, que yo no puedo ir a abrirte la casa hoy, que estoy hasta arriba de trabajo…
Álex la corta bruscamente.
– No mamá, las llaves no las he perdido, ¿me quieres escuchar? – esta última frase la dice frenético, casi chillando.
– Eh, tranquilito, amigo, sin levantarme la voz – replica Carmen enfadada –, ya te he dicho que no lo he visto. Pero si tienes las llaves me quedo tranquila.
– Otra vez, que las llaves las tengo, que lo que me falta es el llavero. ¿Tú seguro que no lo has visto? El de la guitarra, mamá. Papá dice que no sabe nada de él y Marta tampoco – Álex responde casi sin respirar y en un estado de nervios evidente.
– Pero bueno, ¿que también has llamado a tu padre? Hijo, de verdad, que ya sabes el lío que tiene estos días, no lo molestes con estas tonterías…pues no, lo siento, y relájate un poco, que es solo un llavero, si, muy chulo, si, un regalo, pero es solo un puñetero llavero. Que hay que ver cómo te estás poniendo. Y déjame ya que tengo que trabajar, Álex, hijo, si tienes las llaves pues luego volvéis a casa Marta y tú, os he dejado comida en el horno, la calentáis y listo.
– Vale mamá, nada, gracias igual – la voz de Álex suena a derrota. Y cuelga el teléfono.
Vaya con el chico, piensa Carmen mientras vuelve a sus papeles, la histeria que tiene por el llaverito de las narices. En ese momento se abre la puerta de su despacho y aparece Juanma.
– Buenos días, inspectora. ¿Cómo va todo en esta maravillosa mañana de martes?
– Hola Juanma, aquí tratando de ordenar un poco lo que tenemos de la chica muerta. Dame buenas noticias.
– Te las doy: en el descampado sí que hemos encontrado algo, a unos metros de donde apareció el cadáver. Y Juanma le enseña una bolsa de evidencias. Y dentro de la bolsa de evidencias, hay un llavero, grande, pesado, en forma de guitarra eléctrica, manchado de sangre.