—Marcial, en la silla te he dejado el pantalón. Ya le he cosido el forro del bolsillo, espero que no hayas perdido nada —dijo Sofía a su marido, esa mañana, antes de que él se fuera a trabajar.
Marcial Segura era jefe de ventas en una empresa de herramientas industriales, se movía por toda España. Vivían en Guadalajara, llevaban nueve años casados y no tenían hijos.
Hacía dos días que había vuelto de un viaje, de dos semanas, por la costa levantina. Había estado visitando clientes de Castellón, Valencia y Alicante. Todos los que le conocían sabían que no le gustaba estar tanto fuera de casa, pero era su trabajo y lo asumía. Al menos es lo que él necesitaba que todos pensaran.
Mientras desayunaba, miró las noticias en su móvil. Nada importante. Todo como siempre. Muertos en la carretera, la inflación, la guerra de Ucrania, el precio del petróleo, la cesta de la compra. Qué mundo más loco nos ha tocado vivir, pensó, mientras daba el último sorbo al café.
Cuando se montaba en el coche, un sonido conocido le hizo mirar el móvil. Era un whatsapp, abrió la pantalla. Un emoticono de una cara sonriente era todo lo que había. Eso suponía que el trabajo de Peñíscola lo daban por bueno y le ingresarían en su cuenta de Luxemburgo quinientos mil euros.
Sentado en su coche, junto a la gasolinera que hay cerca del Hotel Trip Guadalajara, abrió su portátil. Un correo electrónico, con una clave, le permitió descargar un fichero. Introdujo un usb en el portátil y en la pantalla apareció una carpeta.
Tenía un nuevo encargo, esta vez en Salamanca. No había ninguna referencia sobre el trabajo a realizar, solo los datos del sujeto. Él sabía lo que tenía que hacer. Desde hacía diez años trabajaba para el grupo Theend. Nunca fallaba y era un profesional muy reputado en su mundillo. Y lo que es más importante, jamás habían catalogado ninguno de sus encargos, como otra cosa que no fuera muerte natural o accidental. De ahí lo bien pagado que estaba.
Tres años más tarde, recepción del Hotel Gran Palas, La Pineda.
—La llave de la quinientos doce, por favor, —el que así hablaba era Marcial Segura.
Dos hombres se pusieron uno a cada lado.
—Marcial Segura, queda usted detenido. Juan José Ugarte, inspector de policía, le lee todos sus derechos mientras le colocan las esposas. Puede permanecer en silencio…
En un trabajo en Peñíscola, hace seis años, perdió un papel. Una nota por la limpieza de un traje, en una tintorería de Guadalajara. Fue encontrada en el garaje de la víctima. Esta había tenido un accidente de tráfico y había fallecido.
Un inspector de policía, por su cuenta, siguió indagando. La nota de la tintorería, no encajaba allí. El muerto era de Zaragoza y la tintorería de Guadalajara.
Una vez comprobado a quien correspondía la nota, le fue siguiendo la pista. Tirando con paciencia del hilo…